Una síntesis para apocalípticos e indignados
En los 60, Umberto Eco dividió el mundo cultural entre apocalípticos e integrados. Duró casi 30 años. En los 90, Francis Fukuyama consagró el Fin de la Historia con el triunfo del consenso de Washington, borró fronteras y sacralizó la posmodernidad líquida. Pero nada dura para siempre o cada vez todo dura menos.
En el siglo XXI, las ilusiones utópicas del progreso noventista se diluyeron rápido para instalar un nuevo sentido común. El futuro que ya había llegado se volvió distópico. La grieta fue acomodados versus indignados. Y la indignación se convirtió en la corrección política.
Fracasado antes de caminar, el proyecto de los indignados sigue teniendo fieles. Daniel Filmus, el eterno derrotado porteño, el responsable de la educación menemista y kirchnerista, por igual, se mantiene en la causa como un converso que alguna vez abrazó la moderación. Tras haber coreado discursos flamígeros de Cristina donde solo cabía el pluralismo, el lunes pasado se retiró indignado por el discurso de campaña de Macri en la cena del Cippec. Apocalíptico.