Tenía mucho interés en ver la régie de Pedro Pablo García Caffi porque Elektra, de Richard Strauss, es una ópera que me atrae mucho por su fuerte temática, con un impacto psicológico como el de Salomé, pero menos sensual. Yo recordaba la puesta de Roberto Oswald de 1995, con Deborah Voigt, Hildegard Behrens y Leonie Rysanek, en los papeles principales. Como director de escena y también como diseñador de la escenografía y la iluminación, García Caffi logró una puesta despojada que resulta, a la vez, imponente. Sin alusión directa a la época y sin apelar al realismo, en la escenografía se destacan unos enormes conos que impactan tanto visual como psicológicamente. Me gustó mucho ese concepto neto y alejado de la mitología.
Así, el foco está puesto en el brillo de los intérpretes, que son extraordinarios: Linda Watson como Elektra, Iris Vermillion en el rol de Klytemnestra, Manuela Uhl como Chrysothemis, Hernán Iturralde como Orestes y Enrique Folger como Egisto. La dirección musical de Roberto Paternostro también es estupenda. Linda Watson tiene una capacidad vocal imponente. Esto le hubiera gustado a Strauss, que quería voces tan poderosas como la orquesta. Además, su actuación es natural, tranquila, lejos de la sobreactuación. Yo imagino que eso fue lo que buscó el director.
En la función que asistí yo, la de gran abono, el público aplaudió muchísimo a los cantantes. Una puesta así, casi minimalista, puede gustar o no, ya que hay espectadores que prefieren las óperas recargadas. A mí esta versión de Elektra me fascinó.
