El Mirador. Misterios en los orígenes de la vida
El enigma de los orígenes, tanto como el de las transiciones de unas formas de vida a otras, bien lejos está de haberse disipado con el desarrollo espectacular del conocimiento. A medida que mejor informados estamos, ese enigma se potencia y se afianza como una fuente superlativa y desafiante de preguntas sin fin. Se diría que cuanto más se sabe mejor se desconoce.
De hecho, la investigación de las transiciones de un antes a un después, así como el pasaje de los segundos previos a la aparición del universo a aquéllos en que éste ya se muestra básicamente configurado, tanto como el de los procesos que hicieron posible el tránsito de la vida animal a la humana, suscitan, generación tras generación, no sólo la tenaz dedicación de los especialistas, sino también el creciente interés de los profanos.
Stephen Hawking, el célebre astrónomo británico, visitó recientemente la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong. Allí alternó su proverbial sentido del humor con declaraciones como ésta: "Nos estamos acercando a la posibilidad de responder a preguntas tales como ´por qué estamos aquí y ´de dónde venimos ".
Que un ser como Stephen Hawking, atrapado en un cuerpo maltrecho, encarne a uno de los espíritus especulativos más sutiles de la astronomía contemporánea es, tal vez, un símbolo sobradamente elocuente de la simultánea fragilidad y fortaleza de la condición humana. En seres de excepción como él, la textura de la mente evidencia, con inigualada intensidad, esos enigmas de no menor magnitud que son el del origen del universo y el de la misteriosa raíz de la vida del espíritu. El secreto fundamento de la condición de posibilidad de la conciencia acicatea sin cesar a esa misma conciencia. ¿Cuándo, cómo, en qué condiciones se produce el pasaje, presuntamente gradual, de la ausencia a la presencia de la vida consciente y, lo que es aún más enigmático, a la presencia de vida autoconsciente?
Pocos meses atrás, en una isla canadiense del Círculo Polar Artico, un equipo de especialistas en ciencias arqueológicas descubrió fósiles de un pez -el denominado Tiktaalik Roseae- que se encontraba en plena adaptación a la vida terrestre. El hallazgo de este codiciado eslabón echa luz sobre una de las mayores transformaciones acaecidas en el mundo animal; una transformación que habría empezado a producirse hace 383 millones de años. El fenómeno, como sin demora se advertirá, remite a una cautivante línea borrosa que opera como divisoria entre animales marítimos y terrestres. Explicar ese pasaje, entender cómo y mediante qué pasos se produjo, equivale, en una escala algo más restringida pero complementaria, a dar respuesta a una inquietud tan trascendente como la de saber mediante qué pasos fue posible la metamorfosis astronómica del no universo en universo.
A la problemática sustentada por estas apasionantes transiciones pertenecen no sólo las que remotamente han tenido lugar, sino también las que podrían afectar y ya están afectando a las especies actuales, la nuestra entre ellas. Me refiero a los profundos cambios ambientales de los que muchos ya son víctimas y todos somos testigos. El citado Stephen Hawking advirtió, en su visita a Hong Kong, que era conveniente "para la especie humana expandirse en el espacio y asegurar su supervivencia. La vida en la Tierra está en riesgo creciente de ser barrida por un desastre".
¿Qué consecuencias podría acarrear al hombre un eventual abandono definitivo de su planeta? ¿Será ello factible? Tal vez en un porvenir aún inconcebible, la especie humana, o lo que ella venga a ser a consecuencia de impensables metamorfosis venideras, se pregunte (o aliente a preguntarse a otras especies inteligentes que las sobrevivan) lo mismo que hoy nos preguntamos con respecto a los primeros peces que se vieron impulsados a dejar las aguas e instalarse en la tierra. ¿Qué la indujo a dejar atrás su primer hogar? ¿Cómo fue el proceso que lo permitió? ¿Quién era el hombre?
lanacionar