Mujeres protagonistas del Bicentenario
A propósito de Juana Azurduy, escribió la historiadora británica Claire Brewster sobre el papel de las mujeres en la Independencia: "Lo que la historia de Azurduy demuestra es que el rol de algunas mujeres en la lucha por la Independencia fue más que pasivo. En esos tiempos inciertos, la guerra ofreció oportunidades a las mujeres para buscar la iniciativa, y en este caso, aunque sea por un tiempo, hombres y mujeres por igual reconocieron el mérito de Azurduy". Por cierto, ella no fue la única figura femenina de aquella época difícil. Muchas otras dejaron su impronta en las crónicas del pasado, provocando el renovado interés de los historiadores, en clave académica o de divulgación. Acaso un modo menos transitado de celebrar el Bicentenario sea fijar la mirada no en las mujeres de la Independencia, que han sido bien retratadas, sino en las del presente, especialmente en aquellas que lideran la transición difícil e incierta que atraviesa el país.
Pero no se trata sólo de las mujeres políticas, empresarias o funcionarias, sino de los millones que se levantan todos las mañanas a trabajar, estudiar o contribuir en causas diversas, siempre con la disyuntiva difícil de resolver entre las responsabilidades de la familia y el empleo. Todas ellas, las de la elite o las de a pie, perciben con mayor o menor conciencia que viven en una sociedad patriarcal, que les otorga el poder a los varones en la economía, la política y la vida privada. Y que, además, las expone a la brutalidad del más fuerte, el varón que agrede y puede matar con el mayor salvajismo, como se constata en la crónica diaria de la violencia de género. Todas ellas, de una u otra forma, colaboran con los varones, a la vez que les dirigen, en la plaza o en la alcoba, el reclamo de mayor igualdad y solidaridad. Tal vez sin saberlo, una mujer de sectores populares, separada y afligida por la droga en el barrio, expresa esta demanda al mundo masculino de manera insuperable: "Yo no quiero que los hombres me vengan a hablar de amor, yo quiero que me ayuden a revocar mi casa".
En el plano público, hablar hoy de las mujeres es reconocer la relevancia de sus acciones y propósitos. Para empezar, la fecha coincide con un dato político: cuatro mujeres - María Eugenia Vidal , Margarita Stolbizer , Elisa Carrió y Gabriela Michetti - se encuentran entre los dirigentes mejor valorados del país. Hace tiempo que la actual vicepresidenta ocupa ese podio; Carrió y Stolbizer lo alcanzaron en los últimos meses, empujadas por las denuncias de corrupción. Y María Eugenia Vidal constituye un fenómeno político y social aparte: llegó a la gobernación de Buenos Aires representando la aspiración de honestidad, frente a los sospechosos de encabezar mafias y traficar drogas. Hoy es blanco de oscuras aunque previsibles operaciones, frente a las que no parece dispuesta a retroceder.
Estas mujeres conocidas, junto con las otras anónimas, son protagonistas del Bicentenario. Ellas, más allá de sus errores y desenfoques, constituyen un escollo para los que ejercen el poder en los negocios o en la política basados en sistemas corruptos de expoliación. Stolbizer, Carrió, Michetti y Vidal son enemigas de las mafias, y de los acuerdos que tejen con policías y funcionarios. Apuntan también a los empresarios del juego, porque saben el efecto destructivo de éste para la sociedad y las familias. Las mujeres, en la cumbre o en el llano, tienen una extraña sensibilidad para detectar aquello que estropea la vida de los hijos, a quienes crían, apartándolos del estudio y el trabajo. Paradójicamente, ellas confrontan con una célebre compañera de género, Cristina Kirchner , otra protagonista, por default, del Bicentenario.
La semana pasada ocurrió un hecho que debería preocupar a los corruptos, a los malos padres, a los varones agresivos, a todos los del género masculino que son irresponsables: la solidaridad entre las mujeres, que en el fondo padecen y anhelan lo mismo: respeto e independencia. Elisa Carrió denunció, en una carta a María Eugenia Vidal, al jefe de la policía de la provincia, basándose en una fundamentada columna de Carlos Pagni publicada en este diario. Es una imputación pesada pero completamente verosímil: complicidad con el narcotráfico. Para sorpresa de muchos, la gobernadora no repitió el gastado gesto de defender al funcionario sospechado. Al contrario: resaltó su amistad con Carrió y dijo que no tolerará corruptos. Las dos fueron intimidadas. Es un hecho pasmoso, al que resulta difícil encontrarle antecedentes.
Pero la solidaridad entre las mujeres no termina ahí, también ocurre en los límites de la sociedad decente, donde ellas terminan siendo víctimas, aunque hayan sido cómplices. El diálogo radial entre la ex mujer de Pérez Corradi y la actual lo demuestra: el sospechoso no sólo está acusado de traficar drogas, sino que también miente y abandona a sus hijos.
Pareciera que las mujeres de estos días cubren el arco de las posibilidades. Desde la cima hasta la calle y desde la transparencia hasta el fango. Por eso son protagonistas. Y en la actualidad, como hace 200 años, sucede lo mismo: la sociedad masculina está en deuda con ellas.