Realismo trágico. Mundo grúa: de Azurduy a Bonadio
"Tuvimos que montar la escultura de Juana Azurduy en una base de seis metros, sobre una pirámide inspirada en la cultura Tiahuanaco, para que alcance la altura de 15 metros, que es la ideal para que se vea desde las ventanas del Salón Mujeres Argentinas", explicó Andrés Zerneri, su escultor y realizador, haciendo sin querer un inmejorable psicodiagnóstico presidencial. ¿Elevaron 25 toneladas de bronce para que Cristina la tuviera a la altura de sus ojos? Sí. La montaña fue a Mahoma.
De algún modo, el monumento a Juana Azurduy, que reemplaza el de Colón, empezó a construirse en 2001. Aquella crisis, producto de una soja cuyos precios no germinaban, sumados a una Alianza que tampoco, revitalizó en el inconsciente colectivo una idea que, en el fondo, a millones de argentinos no les termina de desagradar: "Argentina es complicada. Acá se necesita un caudillo". Por eso la de Azurduy no es la estatua que homenajea a una heroína revolucionaria. Es el monumento al dedo índice. (Al cierre de esta columna, la misma grúa que desplazó a Colón tenía columpiándose en el aire al juez Bonadio. Otro que también molestaba a la vista).
Pero volvamos a la inauguración de Juana. Algo curioso sucedía ese miércoles a la noche. Mientras Cristina disfrutaba junto a Evo Morales de la escultura, a unas 50 cuadras del nuevo mojón revolucionario, en los salones de Costa Salguero, el personal de la empresa de eventos terminaba de montar el escenario para la cena/baile/show recaudatorio de Daniel Scioli, que sería acompañado y agasajado por su elenco estable de artistas. Es confusa esta gesta épica: ¿el miércoles suben a Juana y el jueves a Lucía (Galán)? ¿El miércoles celebran el desguace de Colón -una idea de Hugo Chávez- y el jueves suena por los parlantes el antichavista Ricardo Montaner, con su "Himno para la Victoria"?
Un fenómeno digno de ser observado es cómo los funcionarios se mimetizan con los rasgos de personalidad de sus líderes. Ahora todos elongan su simpatía y dialoguismo casi hasta el desgarro. Scioli los invitó a cambiar el grito de guerra por uno más modesto: del "Vamos por todo" pasó al "Vamos con todos". El presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, no dudó en ir al programa de Mirtha Legrand. Oscar Parrilli salió por radio Mitre. Y el lunes pasado, Eduardo "Wado" de Pedro y Aníbal Fernández asistieron a la Fundación Favaloro y se saludaron con Jorge Lanata, Susana Giménez, Karina Rabolini y Teté Coustarot (¡qué noche, Tetenauta!). Es notable el momento al que estamos asistiendo. En sólo 24 horas el peronismo pasa por la casa de alquiler, devuelve el disfraz y se lleva otro.