Napoleones
Aprendí a andar en bicicleta a los 8 años, en el campo. Lamentablemente nunca tuve una; pero cuando se presenta la oportunidad de subirme a una, no lo dudaba. En vacaciones, las he alquilado. Ahora ya no lo hago Hoy, en medio de la ciudad, les temo, no a ellas, sino a la gran cantidad de ciclistas porteños que no respetan las reglas de circulación ni la sensatez. En cuanto a las bicisendas fueron concebidas para que los ciudadanos mayores tropecemos con sus amarillos límites del infierno. El ciclismo, apoyado por las autoridades biempensantes, los médicos y la población cool y políticamente correcta, es practicado a menudo por Napoleones en dos ruedas. Ningún agente de tránsito controla a esos emperadores.
El número de ciclistas que no usan casco de protección es muy alto. Tampoco escasean los que circulan por las veredas esquivando, si saben y pueden, a peatones que están de espaldas y sin ojos en los omóplatos. Por otra parte, esos centauros del pedal no siempre avanzan a ritmo lento entre las personas de a pie. Los más peligrosos son los que van a contramano para entregar una pizza o para no dar una vuelta manzana que los retrasa. Son impuntuales, temerarios e impunes en el país de la impunidad.