Aprender hoy. Neurología con un poema
Todos sabemos que no hay poesía sin cerebro y creatividad sin inteligencia. Pero no conocemos aún de qué manera nuestras neuronas generan el mundo mental y ni siquiera entrevemos cómo logramos alcanzar ese prodigio que llamamos poesía. Emily Dickinson (1830-1886) expresó esta paradoja en su famoso poema sobre el cerebro (632), que comienza así:
"The Brain-is wider than the Sky-For-put them side by side-The one the other will contain With ease-and You- beside."
"El Cerebro-es más ancho que el Cielo-Pues-si los juntamos-Uno contendrá al otro/Fácilmente-y a Ti-también."
Podemos analizar este texto desde el punto de vista del propio cerebro; es decir, a partir de lo (poco) que conocemos sobre el procesamiento neuronal de un poema.
En primer lugar, vemos que mi traducción es infiel, no tanto por el contenido del argumento, sino por su pobreza sonora. En efecto, es difícil preservar la prosodia, la entonación de los versos, cuando pasamos de una lengua a otra. Por esta razón perdemos una dimensión esencial del poema, y sin prosodia no hay belleza.
Sólo un poeta puede, en algunos casos, "trasladar" la prosodia, recreando otra sonoridad, que será indefectiblemente distinta de la original. Se trata de emociones más que de contenidos, de melodía más que de formas.
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El cerebro humano ha desarrollado mecanismos sutiles para producir y captar este contorno melódico que acompaña al habla. Sin prosodia no hay comunicación efectiva. Se ha observado, por ejemplo, que una emotividad perturbada, como en la demencia y esquizofrenia, se acompaña de una prosodia empobrecida. La entonación nos permite discriminar, además, entre el sarcasmo y el chiste, entre una interrogación y una afirmación. En muchas lesiones cerebrales esta discriminación se deteriora. Generalmente se asocia la sintaxis y la semántica con el hemisferio izquierdo y la prosodia y la pragmática con el derecho. Sin embargo, el cerebro humano es muy plástico y puede compensar pérdidas sustanciales de neuronas, incluso la falta de un hemisferio completo.
Emily Dickinson enfatiza la prosodia de sus textos con signos como "-" y mayúsculas, creando así una suerte de respiración de la voz, una notación musical para acompañar la lectura del poema.
Por otro lado, el poema propone una comparación entre el cerebro y el cielo, y esta metáfora tiene múltiples interpretaciones. Una de ellas es que cada cerebro tiene más neuronas que estrellas posee nuestra galaxia. Visto de esta manera, Dickinson predice la aplicación actual de tecnologías propias de la astrofísica en la producción de imágenes cerebrales. Y, finalmente, sugiere el poema que ese cerebro no sólo contiene al universo sino también a mí mismo. Eso no significa que "yo soy mi cerebro" (como algunos dicen), expresa algo más profundo sobre mi conciencia, que es indecible.
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