New York, New York
¿Se puede, a estas alturas, decir algo sobre Nueva York que no haya sido dicho? Poco. Sí llama la atención que muchos edificios públicos -incluidos algunos de los más importantes museos y la imponente catedral de San Patricio- no tienen rampa de acceso para discapacitados. Parece increíble, pero es así. La ciudad vanguardista, igualitaria y abierta, modelo en tantas cosas, invadida por miles de turistas cada día, se saca un aplazo en inclusión.
Alejado de esas cuestiones, un hombre con apariencia de homeless, sesentón, negro, revisaba un tacho de basura sobre la Quinta Avenida, la más famosa de la gran urbe. Hasta que encontró un vaso casi lleno de una bebida oscura. Lo sacó, lo levantó y, como si deseara testimoniar su gratitud por el hallazgo, empezó a entonar "New York, New York", la célebre canción de Sinatra que habla de los sueños de triunfar en la "vieja ciudad". Y lo hizo tan bien que enseguida la gente se paró a escucharlo, sin poder creerlo. El cuadro era singular: la Quinta Avenida, locales de las marcas más glamorosas, rumor de multitudes que caminan por sus anchas veredas, el tránsito endemoniado, bocinas y sirenas, y, de pronto, el arte que brota de un tacho de basura.
Eso también es Nueva York.