Nirbhaya, la joven que murió por querer pasear de noche
Nirbhaya murió en un hospital de Singapur varios días después del ataque: una patota la había violado luego de que subió a un ómnibus privado a las 9 y media de noche, en Nueva Delhi. Volvía del cine acompañada de un amigo: habían visto La vida de Pi. Luego de desviar el micro, los seis hombres que iban a bordo la sometieron y apalearon hasta dejarla inconsciente, en estado desesperante. Su amigo no pudo ayudarla, también lo golpearon de manera salvaje con una barra de hierro, la misma que usaron para penetrarla a ella y provocarle heridas en los genitales, el útero, el abdomen y los intestinos. Nirbhaya tenía 23 años, era fisioterapeuta. Era, también, preciosa. Peleó como pudo por su vida y las pruebas fueron las huellas de mordiscos desesperados que tres de los violadores exhibían al ser detenidos. Esto ocurrió en diciembre de 2012 y el episodio levantó una enorme ola de protestas en la India por la falta de protección y seguridad para las mujeres en las calles. Luego de la reacción popular, llegaron leyes para regular la violencia de género, aunque el sistema sigue siendo lento para prevenir y también para condenar. Los atacantes de Nirbhaya están presos, condenados a morir en la horca. La directora británica Leslee Udwin filmó un documental India's Daughter (Hija de la India) sobre el tema, que la BBC emitió días atrás pese a las quejas de autoridades indias que argumentan que el filme forma parte de una campaña de difamación.
A los funcionarios no les preocupa que se cuente el episodio: lo que los tiene alterados son las declaraciones de uno de los violadores, el chofer del micro, quien responsabiliza a la joven por lo ocurrido: ella fue culpable por vestirse así y andar a esa hora por la calle y, sobre todo, por resistirse. "No se puede aplaudir con una mano, se necesitan las dos. La mujer es siempre, por lejos, más culpable que el varón en una violación", declaró sin ningún escrúpulo Mukesh Singh a la directora. Y, lejos de toda clase de remordimiento, lanzó una advertencia escalofriante: "La pena de muerte va a empeorar las cosas para las chicas. A partir de ahora, cuando alguien viole a una mujer no la va a dejar viva como hicimos nosotros: la van a matar".
Los abogados del sujeto también preocupan a las autoridades indias por sus declaraciones inauditas. "Si una hija o una hermana mía llega a tener relaciones prematrimoniales y me deshonra, me la llevo a casa, le echo nafta y le prendo fuego delante de toda la familia", declaró uno de ellos como si diera una receta de cocina. El otro, algo menos criminal, intentó una metáfora desgraciada. "Si uno deja un diamante en la calle, sin dudas se lo va a llevar un perro", dijo.
"Es una conspiración para difamar a la India", declaró el ministro de asuntos parlamentarios Venkaiah Naidu, subido a caballo de nacionalistas encendidos que eligen poner el acento en la intromisión de otro país (que no es cualquiera, claro, sino el que ocupó la India desde el siglo XVII hasta su independencia, en 1947) más que en los derechos de las chicas a sentirse seguras y en la cultura de algunos hombres que aún creen ser los dueños de los cuerpos y las cabezas de las mujeres.
Nirbhaya - que significa "alguien que no tiene miedo"- no se llamaba así; ése es el nombre que eligieron los medios para hablar de su historia preservando su identidad, como exige la Constitución. Su padre nunca estuvo de acuerdo: "Queremos que el mundo conozca su nombre real. Mi hija no hizo nada malo, murió buscando protegerse y estoy orgulloso de ella. Revelar su nombre va a darles coraje a otras mujeres que sobrevivieron a ataques como éste: mi hija les dará fuerzas".
Un mismo país, hombres tan diferentes.