No existen islas frente a la pandemia
Ninguna persona es una isla. Así comienza el párrafo que utilizó Ernest Hemingway como preludio a su novela Por quien doblan las campanas. Esta idea toma renovada fuerza durante la actual pandemia del Covid-19, como también su consecuencia lógica: ningún país es una isla. Sin embargo, en una época de intensa competencia entre los EE.UU. y China, algunos líderes parecen no comprender este concepto, y en consecuencia sus acciones u omisiones causan profundos y negativos impactos a nivel local y global.
El desafío de tener que enfrentar una peste en tiempos de gran competencia entre grandes potencias no es nuevo. Un ejemplo es el desafío que tuvo el epidemiólogo francés Adrien Proust -padre del escritor Marcel Proust-, ante una epidemia de cólera en Marsella y el sur de Francia, durante la guerra franco-prusiana. En una época de feroz competencia entre Francia y Prusia, este famoso higienista no pudo contar con la cooperación de científicos y médicos alemanes para poder enfrentar ese flagelo, que tuvo una mortalidad del 50%. Proust escribiría luego dos libros enfocados en la prevención -Defensa de Europa contra el cólera, y Defensa de Europa contra la peste bubónica-, haciendo evidente que las naciones no podían actuar como islas ante estos flagelos.
Hoy, el Covid-19 agrega una variable más a la intensa competencia económica, política y tecnológica ya existente entre EE.UU. y China: la de como liderar una campaña sanitaria ante este flagelo, observándose diferentes grados de capacidad y decencia. Por un lado crecen las sospechas de que China tardó de tres a cuatro semanas en informar al mundo sobre este nuevo virus, y de que puede haber reportado cifras inferiores a las reales en cuanto a número de infectados y muertos. Aunque algunos expertos creen que esto fue hecho por razones internas -para no debilitar la imagen del Partido Comunista-, el impacto de esta demora ha sido funesto para el resto del mundo. Aunque China parece lograr contener el impacto del flagelo, no parece poder contener la desconfianza que ella genera a nivel global.
Por su lado, el gobierno de los EE.UU. ha subestimado inicialmente el impacto de la pandemia, ignorando la opinión de expertos y científicos, con durísimas consecuencias para sus ciudadanos. El estilo prepotente del presidente tampoco parece inspirar confianza, ya sea interna o externa. Así, el prestigioso periodista del Financial Times, Martin Wolf, ha definido su actuación como parte de una "lamentable presidencia de un malévolo incompetente". Aunque los principios de la democracia y la libertad continúan siendo atractivos a nivel global, este tipo de conducta pone en duda la aptitud del sistema democrático norteamericano para enfrentar este desafío.
A su vez, ninguna ciudad es una isla. Esta pandemia también ha mostrado como ciudades muy importantes de EE.UU., con gran proyección internacional, no pueden enfrentar el Covid-19 por si solas. Nueva York y Los Angeles han tenido que pedir ayuda al gobierno federal, teniendo que recurrir a los gobernadores de sus respectivos estados -Nueva York y California- para lograr obtener recursos y materiales del gobierno en Washington. En este proceso, los gobernadores Andrew Cuomo y Gavin Newsom, y no los alcaldes, se han convertido ante la opinión pública, en los verdaderos "pilotos de tormenta" ante este flagelo.
La Argentina tampoco es una isla. Aunque está alejada geográficamente de los centros de propagación -China, Europa y EE.UU-, y ha tenido tiempo para anticipar grandes amenazas en lo sanitario, todavía persisten enormes desafíos. El más apremiante es, si dudas, el sanitario. Pero lo sigue de cerca el de reiniciar la actividad económica en forma gradual y sostenible, sin incentivar divisiones internas. Así, la cooperación debe primar sobre la competencia. Un ejemplo de esto en lo sanitario, pero también en lo político, ha sido la extensión del plan de cuidado de adultos mayores implementado en la ciudad de Buenos Aires, a la provincia de Buenos Aires.
Es de esperar que el espíritu de cooperación predomine sobre el de la competencia, tanto a nivel global como en la Argentina. Y que podamos hacer nuestra la frase utilizada por Hemingway: "La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad, y por ello nunca preguntes por quien doblan las campanas, porque están doblando por ti".
Especialista en relaciones internacionales; miembro consultor del CARI y del Cippec