Nota mental. Decidir rápido, bien y barato, gracias a la inflación
Un estudio buscó establecer, por primera vez, que tipo de sesgos son casi universales y se verifican del mismo modo en 61 países con monedas, culturas e historias distintas. La alta inflación a la que estamos sometidos nos vuelve campeones mundiales del cortoplacismo
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No volaba una mosca en su oficina, atrás del patio de la universidad. Qué milagro para la concentración. Son esos instantes que conviene aprovechar porque… ¡ping! siempre se acaban: entra una notificación al celular. Mensaje del doctor Kai Ruggeri, profesor de psicología cognitiva de la Universidad de Columbia. El mensaje era demoledor. Joaquín Navajas, director del laboratorio de neurociencia de la universidad Di Tella, arqueó las cejas, soltó la mandíbula y casi se le cae el celular de la mano. Ruggieri decía que los datos que le habían mandado de la Argentina estaban todos mal. Que había un error grave.
Hacía rato que Ruggeri y Navajas colaboraban en un experimento para medir, a escala global, cómo tomamos decisiones económicas desfasadas en el tiempo. Por ejemplo: ¿preferís 15.000 pesos ahora o 16.500 en 12 meses? Este tipo de preguntas son un clásico de los estudios del comportamiento, porque producen sesgos cognitivos que nos llevan a tomar decisiones irracionales. Un sesgo clásico es elegir cobrar los 15.000 pesos, pero frente a la disyuntiva de pagar hoy 15.000 o 16.500 en 12 meses, elegir pagar hoy. Ambas decisiones no pueden ser preferibles a la vez.
El estudio liderado por Ruggeri buscaba establecer, por primera vez, que este tipo de sesgos son casi universales y se verifican del mismo modo en 61 países con monedas, culturas e historias distintas. Y lo logró. Quedó probado y publicado en la revista Nature Human Behavior hace dos meses.
Datos de locos
Lo que ni Ruggeri ni Navajas anticipaban era que la Argentina iba a tener datos de locos. No porque estuvieran mal, sino porque la alta inflación a la que estamos sometidos nos vuelve campeones mundiales del cortoplacismo. Efectivamente, nuestro país rankeó número 1 en lo que el estudio llama “puntaje de descuento temporal”, superando incluso a naciones con más inflación que nosotros. Los argentinos preferimos, en mayor medida que ninguna otra nación de la muestra, cobrar ahora a cobrar después. Es lógico: hablamos del país donde, el mismo día en que renunció el exministro de economía Martín Guzmán, los shoppings se llenaron de gente que salió a comprar antes de que aumentara todo. Más capacidad de reacción no se consigue. Si lo medía Ruggeri se infartaba.
Pero detrás de ese dato apareció otro aún más sorprendente: los argentinos, además de cortoplacistas, estuvimos en el top 3 de los que menos se confunden con sesgos cognitivos. Es decir, somos cortoplacistas pero súper racionales. Unos vivos tremendos, que siempre entienden bien cuál es la decisión más conveniente cuando se trata de administrar dinero en relación al paso del tiempo.
Los resultados eran bastante excitantes. Sin embargo, Navajas se quedó rumiando algo más. Esa noche no durmió. ¿Sería que los argentinos somos tan vivos porque cada período inflacionario nos dejó –a los golpes– una enseñanza perdurable que hoy es parte de nuestra cultura? ¿O se trataría de algo más coyuntural, relacionado con la fragilidad de nuestra moneda?
Para saberlo, como buen científico, hizo otro experimento. Con un grupo de alumnos de Economía de la Di Tella, replicaron el mismo cuestionario de Ruggeri, pero en vez de nominar todas las cifras en pesos, intercalaron de forma azarosa cuestionarios en dólares.
Los argentinos, cuando pensamos en dólares, somos tan irracionales o presas de los sesgos como cualquier hijo del vecino. En dólares perdemos nuestro superpoder.
Y ahí los resultados fueron otros. Resulta que los argentinos, cuando pensamos en dólares, somos tan irracionales o presas de los sesgos como cualquier hijo del vecino. En dólares perdemos nuestro superpoder.
De manera que –al parecer– no se trata de que la historia nos haya enseñado para siempre una fórmula maestra para manejar plata. Es algo más perecedero e inconstante, que le debemos a nuestra moneda vapuleada.
Estos resultados abren preguntas interesantes para pensar cómo vivimos los argentinos. Tanta capacidad para decidir en el corto plazo ¿será un espejo de nuestra incapacidad para decidir bien en el largo?
Nuestra energía para tomar decisiones económicas es finita. Si la usamos en una cosa tal vez no la tengamos disponible para la otra. Es lo que el psicólogo del comportamiento Daniel Kahneman llamaba nuestro sistema 2: la capacidad del cerebro para concentrarse en algo complejo, como un cálculo probabilístico, que demanda recursos intelectuales muy caros para el cerebro. Usarlos nos cansa. ¿Será que eso nos tiene a los argentinos un poco más agotados que el resto del mundo? Como sea, después de todos estos hallazgos y con la tarea de investigación cumplida, Navajas pudo dormir.
Directora de Sociopúblico