Nuestra asimetría y dependencia ante los Brics
En el contexto de un profundo cambio en las relaciones de poder mundial, y ante la irrupción del bloque de los Brics -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica-, liderado por China, se ha impuesto un escenario de disputa por la hegemonía política y económica global, que plantea serios desafíos a la Argentina y América latina.
El PBI de esas potencias representa el 25% de la economía mundial, y su proyección para los próximos 25 años superaría el 40%. Pasaría así a ser el primer bloque económico del mundo. La reciente creación del Banco de Desarrollo de los Brics marca un punto de inflexión en la política financiera de Occidente y revela el retroceso de la hegemonía estadounidense a partir de la crisis económica de 2008.
La errática e ineficaz política exterior del kirchnerismo, los problemas con Uruguay y Brasil en un debilitado Mercosur, su ingenua visión de la cuestión Malvinas, el lento avance de la Unasur y la actual crisis de los fondos buitre han puesto a nuestro país en una situación de aislamiento internacional. Ante esto, el Gobierno pareciera buscar una salida en los Brics. Pero el modo en que nos relacionamos con las potencias emergentes se resume en dos palabras: asimetría y dependencia. Estos países muestran un firme desarrollo con visión de largo plazo, y en sus estrategias nos definen como periferias proveedoras de materias primas y recursos estratégicos, al mejor estilo de la relación neocolonial del siglo XIX con Gran Bretaña.
En ese sentido, el intercambio comercial con China es paradigmático: exportamos materias primas en un 90% e importamos, en la misma proporción, productos industriales y tecnología -entre otros, material ferroviario que antes producíamos y exportábamos-, reforzando así un modelo extractivista de minería, soja y transgénicos con una creciente primarización de nuestra economía.
El ejemplo más acabado de ese modelo puede verse en la depredación de recursos en África y la pérdida de trabajo en México, donde el 55% de la población activa está en el sector informal y más de diez millones de campesinos fueron expulsados a la indigencia por la importación de transgénicos subsidiados desde Estados Unidos.
A su vez, a Rusia le vendemos aceites, cítricos, carnes o lácteos a cambio de aceites de petróleo, planos de acero o papel prensa, y su interés inversor se orienta hacia el sector nuclear, de infraestructura, militar y energético.
Como vemos, antes que una estrategia de inserción de nuestro país en un marco de alianzas que respondan a un proyecto estratégico, la participación argentina en la reunión de los Brics en Fortaleza se asemeja más bien a un manotazo de ahogado.
Las negociaciones con la Unión Europea en función de un tratado de libre comercio con el Mercosur, y las que se llevan adelante entre Estados Unidos y la Unión Europea para conformar el mayor polo económico de Occidente, con el 36% de PBI mundial, tienden a complementar la Alianza del Pacífico y el Nafta, integrado por México, Estados Unidos y Canadá. El objetivo es conformar una gran área geoestratégica destinada a compensar el poder y los mercados de los Brics. Esta alternativa también nos proyecta un futuro de proveedores de materias primas y mano de obra barata. Llama la atención la marginación, por parte de nuestra dirigencia política y empresarial, de un tema tan trascendente, del que depende buena parte de nuestro futuro económico y social.
Tales disyuntivas nos obligan a plantear un debate riguroso acerca de cómo nos insertamos en el mundo sin resignar nuestras posibilidades industriales y científico-técnicas. ¿Está decidida nuestra dirigencia a defender las potencialidades productivas del país? Es hora de enfrentar la derrota económica y cultural padecida en estas décadas y consensuar, entre los sectores políticos, sociales y empresariales, un gran proyecto estratégico que defienda nuestros bienes, nuestra industria, el trabajo y la inteligencia argentinas.