Nuestro mundo
Tras 110 días de aislamiento, para aquellos que hemos podido sostenerlo sin mayores percances, la vida de antes empieza a borronearse, no tanto en la memoria, porque no ha transcurrido tanto tiempo, sino más bien en el cuerpo. Que también tiene sus recuerdos.
Tuve que salir, hace unos días, para una compra en un comercio de cercanía que no tiene delivery. Según mis cálculos, llevaba más de dos meses sin manejar o cruzarme con otras personas. Mientras conducía, me puse a pensar en la Redacción, en mis amigos y colegas, en los pequeños ritos cotidianos, en los sonidos, en el cafecito antes de entrar a dar clase. Y me parecía no solo algo fantasmal, sino impracticable. Cientos de puertas, apretones de manos, abrazos, objetos, reuniones, multitudes. Se habla con frecuencia de la realidad pospandemia. Tengo la esperanza de que no ocurra nada así y que las mentes brillantes que hoy buscan una cura o una vacuna o ambas logren devolvernos el mundo que perdimos. Porque tal vez aprendamos una que otra lección con esta crisis. Pero por razones que van desde las económicas hasta las que conciernen a la naturaleza humana, ese mundo que ahora parece fantasmal y borroso no era un capricho. Era nuestro mundo.