Odio gratuito y del otro
Parece que la palabra troll proviene de la antigua mitología escandinava. En esas historias, designaba lo sobrenatural, un tipo particular de magia que se usaba para provocar daño. Pero los habitantes del Siglo XXI, al decir "trolls" no aludimos a la hechicería o el encantamiento, sino a personajes que reptan por las alcantarillas digitales ocultos en el anonimato como esos animales carroñeros que prefieren el crepúsculo, organizados para atacar en manada y movidos por un odio que lo abarca todo.
Para entender la lógica de su comportamiento y la de las "distorsiones comunicacionales" a que nos someten las redes sociales, Ernesto Calvo y Natalia Aruguete escribieron Fake news, trolls y otros encantos (Siglo XXI Editores, 2020). Es, según explican, un intento de dilucidar cómo lo que podría ser un punto de encuentro y socialización se convierte con inusitada frecuencia en un lugar donde se desnudan los aspectos más viles de la naturaleza humana.
"Tornar legibles las redes sociales, explicar su estructura de modo tal que la violencia que nos devuelven tenga lógica, identidad y sentido, es un paso necesario para que sean gobernables", afirman. Una tarea crucial, especialmente si tenemos en cuenta que de lo contrario serán ellas las que nos gobiernen a nosotros.