Oremos
Tres hileras de vallas a lo largo de tres cuadras, mucha seguridad para personas y bienes, el tránsito bastante ordenado –algún que otro bocinazo, pero más de festejo que de queja–, gente acampando sin que se produzca ningún tipo de incidentes; pacífica convivencia entre vendedores ambulantes de bebidas, pósters y copitos de algodón. ¿El frente de la casa de Cristina Kirchner en Recoleta? No. El recital de Dua Lipa en el Campo Argentino de Polo, el martes y miércoles pasados, en plena semana laboral.
Es cierto: Dua Lipa no tiene problemas con el lawfare ni la denuestan los medios hegemónicos ni lidia con los odios de discurseros de mala entraña. También es cierto que, en sus dos conciertos, los músicos fueron músicos; los acomodadores, acomodadores, y los vendedores ambulantes, vendedores sin intenciones de pegarle un susto a nadie. No se puede decir lo mismo de algunos de los que rodean a la vicepresidenta. Parece que, como la policía no la cuidaba y los custodios solo estaban para alcanzarle copias de Sinceramente para que las autografiara, los chicos de La Cámpora se hacían cargo de la seguridad. Ya lo dijo el ministro del área, Aníbal Fernández, cuando respondió una pregunta periodística sobre un eventual nuevo refuerzo de la seguridad de Cristina Kirchner: “Eso lo va a evaluar su custodia. Yo no soy policía, soy contador y abogado”. Zapatero a tus zapatos.
Muchos kilómetros al sur de Recoleta, donde no hay helechos en macetas con luces ya que se las llevaría el viento, se armó un escándalo tremendo porque un abogado amigo de Máximo Kirchner asumió como ministro del Superior Tribunal de Justicia santacruceño sin haber ejercido nunca la abogacía y a pesar de que la Constitución provincial exige al menos seis años de experiencia laboral en ese asuntito tan delicado.
Sí. Ya sé querido lector que no le extraña nada habiendo tenido como ministra de Seguridad de este gobierno a la antropóloga Sabina Frederic y frente al hecho de que Juancito Cabandié maneje hoy el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible cuando la máxima experiencia que tuvo con el aire puro fue cuando bajó la ventanilla del auto para increpar a una inspectora de tránsito que le hizo una multa por cometer una infracción. Si a eso le sumamos que, durante el macrismo, ocupó ese cargo el rabino y farmacéutico Sergio Bergman, que el ingeniero agrónomo Julio Martínez fue ministro de Defensa y Miguel del Sel embajador en Panamá, resta poco por decir. Solo queda orar frente al “santuario” de Uruguay y Juncal o en la unidad básica de Luján.