Oxígeno para la política
El Episcopado ha señalado más de una vez la necesidad de una renovación en las figuras y las prácticas de la vida política. Y en su última asamblea pidió que los acuerdos alcanzados en la Mesa del Diálogo Argentino sean rubricados por la dirigencia del país.
El martes último, el presidente del Episcopado, monseñor Estanislao Karlic, y el secretario general, monseñor Guillermo Rodríguez Melgarejo, dialogaron con diputados justicialistas que abogan por la caducidad de los mandatos y la renovación de todos los cargos electivos.
Si bien no entraron ni quieren entrar en cuestiones técnicas -si se necesita una reforma constitucional, una ley o una resignación voluntaria-, políticas -quién debe irse, quién debe ser reelegido- o partidarias -qué sector de cada partido apoya o dificulta tal o cual salida-, los obispos señalaron que los dirigentes políticos deben estar siempre prestos a sacrificios y renunciamientos para servir al pueblo y promover el bien común. Y ven con simpatía que surja este tipo de iniciativas.
No hace mucho, el obispo de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto, uno de los delegados del Episcopado en el Diálogo, expresó públicamente su convicción de que "una buena cantidad de dirigentes tiene que borrarse definitivamente de lo que es el quehacer de la política argentina".
Más recientemente, el arzobispo de San Juan, monseñor Alfonso Delgado, habló de un necesario "oxígeno ético" para la sociedad: "Un nuevo viento de responsabilidad cívica de la dirigencia social y política podría hacer cambiar el que se vayan todos por un honesto legitimar todos los cargos electivos en las próximas urnas, con reglas de juego claras, sin privilegios ni listas sábana", dijo. Nuevos aires éticos harían que los ciudadanos -los verdaderos accionistas de la empresa que es la Nación- puedan volver a confiar en sus instituciones, en la administración de justicia, en los compromisos asumidos ante Dios, la Patria o los Evangelios.
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La naturaleza del poder y la dignidad de la persona son temas de un libro del sacerdote italiano Luigi Giussani, fundador del movimiento Comunión y Liberación, que fue presentado anteayer en Parque Norte. "El yo, el poder, las obras" recoge el pensamiento de Giussani, en muchos sentidos inconformista, cuestionador, original, al enfocar desde nuevas perspectivas cuestiones conocidas.
Si el Estado es la fuente de todos los derechos, dice, se vuelve medida de las cosas, carece de límites. Y procura homologar, uniformar. "El programa del poder -dice Giussani- consiste en reducir a la persona. No necesariamente eliminarla (como hicieron las revoluciones nazi y marxista), sino, al menos en Occidente, reducirla. El poder intenta obtener el consenso de la persona, y para lograrlo es necesario que ésta no se conozca a sí misma, que no sea crítica."