Pagar para poder elegir cómo parir y cómo abortar
Ahora, cuando nos juntamos con mis amigas, hablamos de bebes. Y si no es de bebes es de la la poca lubricación vaginal, las tetas pasas de uvas, de la panza blanda como un flan y de partos. Yo no soy madre, pero ellas sí o están por serlo.
Sol, por ejemplo, cuenta que tuvo lo que se llama "un buen embarazo", pero el día que fue al hospital le dijeron que no dilataba, le pusieron oxitocina sintética, anestesia epidural y, a las tres horas de haber llegado, tuvo a su hija dentro de un quirófano. A muchas les pasó más o menos lo mismo. Salieron de la clínica con una nueva cicatriz en sus vientres, sosteniendo a sus bebes de cabezas perfectamente redondas.
Dani, en cambio, se contactó con una partera y un obstetra que prometieron respetar su tiempo biológico. Si el embarazo transcurría sin complicaciones, esperarían hasta que el útero dilatara de forma natural. Dani se informó: leyó, vio documentales, fue a charlas con parteras, obstetras y, antes del nacimiento de su primogénita, supo qué es la oxitocina sintética, la episiotomía y la epidural. Finalmente, tuvo a su hija en la casa. No usó medicación ni la aparatología de un hospital para dar a luz. Lo hizo con la ayuda de su pareja, la partera y el obstetra casi no intervino, se quedó toda la noche sentado en el living, jugando al solitario en su laptop o haciendo sudokus por si surgía algún inconveniente. Dani pagó más de 10 mil pesos para acceder a estos servicios profesionales en su domicilio.
Algo parecido pasa con el aborto. Muchas de nosotras, que ahora hablamos de embarazos, bebes que no duermen y tetas caídas, cuando éramos más jóvenes pagamos alrededor de 20 mil pesos para abortar dentro de un quirófano clandestino con la intervención profesional de un médico matriculado. Ninguna quedó estéril ni murió. Quizás porque aquí y en la mayoría de los países de América latina, solo la clase media o alta pueden elegir cómo parir y cómo abortar, entre tantas otras cosas.