Países al borde de un ataque de celos
Las aguas del Mercosur brillaban apaciblemente cuando dos pedradas las agitaron, revelando inquietantes turbulencias en sus profundidades. El anuncio de la secretaria de Estado norteamericana, Madeleine Albright, de que los Estados Unidos escogerán a la Argentina como una de sus selectas aliadas extra-NATO suscitó un discurso preocupado del presidente Frei. El anuncio de la candidatura del Brasil a ocupar uno de los exclusivos asientos permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas llevó al presidente Menem a oponerse públicamente porque "se alteraría el equilibrio regional", declaración que suscitó un intercambio de recriminaciones entre Brasilia y Buenos Aires.
A Chile no le importa demasiado la candidatura brasileña al Consejo de Seguridad. Brasil en nada se molesta con nuestra candidatura extra-NATO. El único miembro del tradicional ABC del Cono Sur al que lo afectan los dos problemas al unísono es la Argentina. Durante este fin de semana, Menem, Frei y Fernando Henrique Cardoso están tratando de apaciguar los enojos en Asunción, pero aun cuando digan diplomáticamente que aquí no ha pasado nada, los exabruptos a que dio lugar la doble iniciativa norteamericana revelaron que, al lado de un ansia sincera de acercamiento, a los latinoamericanos aún nos visitan antiguos fantasmas.
Los únicos miembros permanentes del Consejo de Seguridad son los Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, China y Rusia. Ellos poseen el crucial poder de veto que los convierte en primeros entre sus pares en el concierto de las naciones. La iniciativa norteamericana original era sumar a Japón y Alemania a este exclusivo club. El Tercer Mundo reclamó lo suyo. Y así se llegó a la idea de sumar otras tres naciones, cada una por un continente, a la cumbre del veto. Las candidaturas de la India en Asia, Nigeria en Africa y Brasil en América latina resultaron naturales a partir de ahí. Pero al encumbramiento brasileño se opusieron México y la Argentina, que aspiran a una posición rotativa en el Consejo entre ellas dos y Brasil, pero no bien dicen esto abren al previsible reclamo de rotación de los demás países de la región, con lo cual la idea de un país latinoamericano que sea miembro permanente del Consejo se esfuma de inmediato.
De otro lado, los Estados Unidos han ido sumando a sus aliados europeos más Canadá de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO), una categoría especial de aliados extra-NATO a la que pertenecen Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Israel, Egipto y Jordania y a la que se sumaría, ahora, la Argentina.
Pero en tanto México y la Argentina se oponen a la elevación de Brasil en las Naciones Unidas, Chile resiste la elevación de la Argentina al nivel extra-NATO. Si dijéramos que los chilenos han sentido la punzada de los celos en relación con nosotros, ¿qué podríamos decir de lo que nosotros y los mexicanos hemos sentido en relación con Brasil? ¿Qué está pasando con los sentimientos recíprocos de los latinoamericanos?
Las contradicciones...
La Argentina ya no se piensa a sí misma en términos militares. ¿Por qué ha dado entonces la bienvenida a la alianza extra-NATO? Según lo explicó el canciller Di Tella, porque nos conviene que, al bautizarnos solemnemente como aliados, los Estados Unidos envíen una señal: que la Argentina, esa oveja negra que se resistió a entrar del lado de los aliados en las dos guerras mundiales, que albergó a un conjunto no desdeñable de refugiados nazis y que invadió las Malvinas entrando en guerra con una de las potencias principales de la NATO, se ha vuelto un país confiable.
El efecto de esta señal será fundamentalmente económico. Una vez que la Argentina reciba el espaldarazo, se afianzará decisivamente la inmigración de capitales venidos de todas partes que ya está apuntalando su desarrollo.
Pero el lado pinochetista que aún alberga Chile piensa la relación entre nuestros dos países en términos militares. Teme, por ello, que aprovechemos la nueva condición de aliados extra-NATO para lanzar un rearme desestabilizador. Pero los argentinos ya no tenemos hipótesis de guerra, y esto hasta el punto en que el equilibrio militar entre nuestros dos países se ha roto en favor de Chile sin que hubiera una reacción significativa de este lado de los Andes.
Chile llegará tarde o temprano a la conclusión de que es inútil rearmarse contra un país que ha abandonado las hipótesis militares. Más lógica en este terreno es la integración militar que preparan la Argentina y Brasil, así como que el propio Chile haya aceptado la realización de maniobras militares conjuntas argentino-chilenas en 1998, obedeciendo al lado no pinochetista que también alberga.
Lo que hay aquí es la contradicción entre un país que se piensa a sí mismo en términos económicos y otro al que una de sus alas políticas lo sigue pensando todavía en términos militares. Pero también es contradictoria nuestra propia posición frente a la candidatura del Brasil como miembro permanente del Consejo de Seguridad. Desde el momento en que se decidió incluir entre las naciones dotadas del poder de veto a una por cada continente del subdesarrollo, ¿qué otro candidato razonable tenía América latina, fuera de Brasil? El legendario ABC (Argentina, Brasil, Chile), que expresaba el liderazgo argentino de preguerra, ya no existe: lo ha sustituído el BAC (Brasil, Argentina, Chile). Reconocerlo es un acto de madurez. Brasil es, además, nuestro socio principal. ¿No habría sido lógico y además elegante entonces que la Argentina, lejos de oponerse, hubiera propuesto la candidatura del gran país con el cual celebra íntimas relaciones?
Tampoco Brasil está exento de contradicciones. Había sido propuesto como miembro permanente del Consejo de Seguridad en su carácter de país latinoamericano. Lo lógico hubiera sido que promoviera su propia candidatura en diálogo con los países de la región a los que iba a representar. Pero buscó la nueva posición por las suyas, para que se lo reconociera como nueva potencia mundial. Brasil no puede llegar al Consejo porque es latinoamericano y comportarse en él como si no lo fuera. U opera en el mundo como vocero de una región a la que se siente íntimamente ligado o se ubica en un dorado aislamiento con su pretensión de grandeza como única compañía. O es la cabeza de un león o es un león. No puede ser las dos cosas al mismo tiempo.
...y sus causas
Cada deporte tiene su estilo. El individualismo es inevitable en el boxeo. El espíritu de equipo prevalece en el fútbol. La clave de las contradicciones en el BAC es que sus miembros, habiendo cambiado de deporte, no cambiaron de estilo. América latina es hoy, a partir del Mercosur, un equipo de naciones. Ahora juega al fútbol en el vasto estadio del mundo. Sus integrantes se comportan a veces, sin embargo, como si continuaran en el boxeo que practicaron durante casi dos siglos.
Chile debería alegrarse por nuestro ingreso en la alianza extra-NATO. Nosotros tendríamos que haber propuesto al Brasil para el Consejo. Brasil debería encontrar su hogar definitivo en el equipo de las naciones latinoamericanas. Nadie estuvo a la altura de su nueva circunstancia.
Así las cosas, les ha sido fácil a los Estados Unidos aplicar el viejo precepto romano Divide et impera, "Divide y reinarás". Repartiendo unas pocas cuentas de colores, ha sembrado la confusión en nuestra tribu. Como los hermanos no fueron unidos, los manipularon desde afuera.