Palos en la rueda
Por José Enrique Miguens Para LA NACION
Cada vez más gente se está dando cuenta de la incapacidad que tiene nuestra sociedad para resolver sus problemas de fondo. Esto significa que está muy enferma. Esta situación patológica no es nueva y ha sido detectada por varios observadores extranjeros que nos visitaron. En 1932 el filósofo Herman Keyserling en sus Meditaciones sudamericanas decía: "La vida de la sociedad argentina es como una epopeya sin acontecimientos... no se produce jamás cambio alguno real... la monotonía es interrumpida por explosiones súbitas y violentas de energía contenida: revoluciones a veces y a veces entusiasmos. Pero siendo explosiones esencialmente ciegas, jamás se consigue progreso alguno... Jamás sucede nada nuevo. Nada sirve de nada. En nada puede confiarse. Ningún esfuerzo vale la pena".
Cuarenta años después, en 1972, V. S. Naipaul estampó una observación similar en la prestigiosa publicación New York Review of Books: "En la Argentina no hay movimiento hacia delante, nada está siendo resuelto. La nación parece estar desplegando un juego consigo misma; la vida política argentina es como la vida de una comunidad de hormigas o la de una tribu de la jungla africana: llena de eventos, llena de crisis y de muertes, pero en la cual la vida es meramente cíclica y el año siempre termina como comenzó".
Estas observaciones no pueden ser más aplastantes. Comprueban que, como ciudadanos, nos enfrentamos políticamente, nos enojamos y nos entusiasmamos, nos matamos unos a los otros por banderías y sectarismos, pero en el fondo nada cambia, nada se arregla y todo sigue igual, monótonamente.
Tenemos así bosquejadas, en la visión de observadores independientes confirmada por nuestra propia experiencia, las curiosas características de una sociedad que no puede afrontar ni resolver sus problemas fundamentales, cuyos miembros viven enfrentados en sectarismos feroces que la convierten en cismogénica , o sea, generadora de cismas y fraccionamientos que le impiden accionar concertadamente y que ha hecho lo posible como sociedad para destruirse a sí misma.
Pero el asunto no es exhibir esta situación deplorable sino tratar de detectar por qué no podemos solucionar nuestros problemas de fondo. Para contribuir a un diagnóstico serio forjé hace bastante tiempo el concepto de "atonía social", que recoge los elementos de esta patología social. Una situación generalizada de desánimo, de desmoralización y mutuas acusaciones, de astenia o de desgano, difundida en todos los niveles, que incapacita a nuestra sociedad para actuar y para resolver sus problemas vitales. Me estoy refiriendo tanto a nuestras instituciones como a nuestros deficientes comportamientos como miembros de tal sociedad.
Para ilustración de todos hemos podido ver en estos días, con motivo del Plan de Seguridad del Poder Ejecutivo Nacional, cómo funciona la atonía social y cómo son los mecanismos que nos llevan a la parálisis y a la autodestrucción. Veámoslo.
El país entero pudo comprobar la desesperación de nuestra sociedad por su falta de seguridad. Multitudinarias manifestaciones populares en todas las grandes ciudades y especialmente en la Capital Federal donde se congregó, sin que nadie las llevara, la cantidad mayor de personas de los últimos cincuenta años.
Apremiado y apoyado por esta conmoción nacional, el Poder Ejecutivo presenta un Plan Nacional de Seguridad preparado por especialistas y organizaciones no gubernamentales que hace años trabajan en el asunto, además de la contribución de la Mesa del Diálogo Nacional. No estoy en condiciones de opinar si el plan es bueno o malo, sólo quiero mostrar las increíbles reacciones de nuestra clase política frente a él.
A pocos días de ser publicado, ya el bloque de diputados nacionales de un tradicional partido manifestó su oposición al plan "porque no había sido previamente consultado con ellos", declaración a la que adhirieron algunos legisladores independientes. Varios legisladores lo atacaron diciendo que era "un refrito de proyectos legislativos anteriores" que dormían en las comisiones. Otro legislador lo atacó "porque no es un plan sino un conjunto de medidas". La presidenta de un comité provincial lo atacó diciendo que era "un enchastre de proyectos" y que no era un plan integral "porque el gobierno, en un año de gestión, nunca hizo una reunión de gabinete". Un foro de intendentes de la misma provincia lo criticó porque "denuncia una improvisación y sobrevaluación mediática del Ejecutivo", legisladores nacionales lo criticaron porque "salió recién ahora" o porque no se reconocieron expresamente sus anteriores proyectos sobre el asunto.
Ninguno de estos argumentos tiene el más mínimo valor como aporte a la solución del problema de la inseguridad ni para mejorar el proyecto del Poder Ejecutivo. Sólo son "palos en la rueda" porque su efecto no lleva a corregir el problema sino a trabar y demorar las soluciones desviándolas hacia cuestiones políticas partidarias, enconos sectarios, vanidades y susceptibilidades personales o grupales que nos meten en un pantano de dificil salida. ¿No sería mejor empujar entre todos adelante, cuanto antes?
En política es más importante ir haciendo las cosas para solucionar los problemas y posteriormente corregir las fallas que aparezcan en la práctica, que mantenerse cavilando sobre las posibles medidas o impugnándolas en el vacío, sin lanzarse al ruedo para colaborar en la acción.
Nuestro gran hacedor, que fue Sarmiento, vociferaba: "Las cosas hay que hacerlas, aunque sea mal, pero hay que hacerlas".
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