Panorámica. Ecos de una noche que no termina nunca
Lampedusa, Italia: la guardia costera italiana rescata una barcaza de migrantes
En tiempos no menos terribles, pero plagados de otro tipo de espantos, para quien habitara por este lado del mundo Lampedusa era el nombre de una isla italiana, sí, pero también el de un escritor: Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Como suele ocurrir con algunos hitos culturales, no era necesario ser especialista en literatura para saber que Lampedusa había escrito El gatopardo. Tampoco era imprescindible haber leído esa novela para tener una vaga idea de su tema (¡aquello del gatopardismo!). Bastaba haber visto la película homónima de Luchino Visconti: durante años, Lampedusa fue el nombre del escritor que sin saberlo nos había regalado una de las más memorables escenas del cine: Burt Lancaster y Claudia Cardinale bailando un vals en la Italia de 1860.
Pero todo cambia y, salvo algún apasionado de las costas mediterráneas a quien la pequeña isla italiana le traiga remembranzas de veranos azules, para la gran mayoría de quienes seguimos las noticias, hoy Lampedusa solo puede asociarse a tragedia y muerte.
Salvo algún apasionado de las costas mediterráneas a quien la pequeña isla italiana le traiga remembranzas de veranos azules, para la gran mayoría de quienes seguimos las noticias, hoy Lampedusa solo puede asociarse a tragedia y muerte.
Y aquí está. Ni literatura, ni ecos de viejas historias o destellos de aguas mansas donde nadar plácidamente: solo un mar oscuro como la noche que lo cubre, el resplandor de los barcos rescatistas y los brazos en alto de los desesperados.
La foto se tomó esta semana, en las cercanías de una costa italiana que seguirá siendo bella aunque cada vez sea más difícil imaginarla paradisíaca. Fueron 280 los migrantes rescatados; 7, los que murieron. Cifras que se escurren por entre un caudal de acontecimientos en los que la continua sangría que desde África y Asia corre hacia Europa ya no parece importarle a nadie.
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, decía, inolvidable, uno de los personajes de El gatopardo. Hasta en eso el mundo es otro. Ahora nadie necesita que nada cambie para que lo espantoso siga ocurriendo.
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