Para el arte, ahora lo mejor es el blanco
Quien entienda el devenir del mundo debería tener sincerado su patrimonio ante las autoridades competentes el 31 de marzo del año próximo. ¿Qué cambió? El mundo civilizado está en guerra contra el terrorismo, el califato, el narcotráfico, el tráfico de armas y la trata de personas. Los Estados necesitan recaudar para cumplir sus fines. Gracias a la Web se puede saber dónde está cada quien, cuáles son sus preferencias, qué bienes tiene, dónde compra la ropa y qué remedios toma. Los bancos compartirán información con los fiscos y, para no soportar los rebotes de los problemas tributarios de los clientes, alejarán a quienes no estén en orden.
Las obras de arte tienen sus particularidades. Más por su naturaleza que para evadir impuestos, su comercio es una práctica informal desde antiguo, probablemente porque los precios son inciertos y fluctuantes, varían en el tiempo según las modas y también dentro de la producción de cada autor, según el período al que correspondan y al grado de acierto logrado en cada pieza. Los mejores impresionistas, que son pocos, son un buen ejemplo, pues fueron del rechazo al fulgor, lo que no ocurrió ni remotamente con la mucho más numerosa segunda línea. La pintura realista ha recorrido mayormente el camino inverso. En arte, el precio de lo que el mercado descalifica tiende a cero, aunque antes lo haya elevado a los cielos. Cuando los curadores que marcan tendencia le bajan el dedo a una obra, nada la resucita. Pocos artistas mantienen la calidad y muchos abandonan a mitad de camino. Para un comprador habitual, un 10% de acierto a mediano plazo es un éxito rotundo. En cuanto a valores, los precios de decenas de millones de dólares de los grandes remates de Sotheby's y Christies (de los que sólo se recuerdan los récords y no las ventas por debajo de la base ni las obras que quedan sin vender) llevan a pensar equivocadamente que las obras de artistas argentinos guardan proporción. En la Argentina, con el valor de un auto de alta gama es posible reunir un conjunto representativo del arte joven; con el de dos, se le puede agregar una buena obra del arte contemporáneo. Distancias intergalácticas.
Hasta hace poco, por los usos y costumbres, era difícil obtener facturas de un artista o de un galerista. Afortunadamente, los artistas, casi siempre personas correctas y por lo tanto naturalmente inclinadas a cumplir la ley, van cambiando en la buena dirección a pesar de su bohemia, y las galerías abandonan modalidades centenarias y corrigen el rumbo al ver las contingencias que asumen por no hacer las cosas como la nueva realidad impone. Es probable que en el mundo del arte el contador sea en el futuro tan importante como el curador. En adelante, al comprador cumplidor le convendrá disciplinar al vendedor.
Hoy se advierte una preocupación colectiva por la falta o la insuficiencia de comprobantes. Lo que hay por delante es un sinceramiento mediante la exteriorización de bienes adquiridos en operaciones informales que, como es obvio, están flojas de papeles. Pedir prueba perfecta de ellas cuando se busca un sinceramiento no tiene sentido. Los detalles requieren de asesoramiento profesional calificado caso por caso. El camino hacia la tranquilidad es laborioso, sobre todo si se lo compara con la sencillez de blanquear decenas de millones en un paraíso fiscal o un edificio de veinte pisos en Punta del Este. Por ahora, es lo que hay.
Ninguno de los comentarios precedentes les quita un ápice de obligatoriedad a las normas sobre sinceramiento fiscal y a la moratoria. Dura lex, sed lex. ¿Podrían ser mejores? Quizás, pero también podrían ser peores. Los beneficios van de la mano con las exigencias.
¿Cuánto tiene realmente quien posee 100.000 dólares en arte no exteriorizado? Los números no mienten: por ser un incremento patrimonial no justificado, debe el 35% del 110%, o sea, 38.500 dólares de capital, más 15.400 de multa, más los intereses, que siguen corriendo sin parar a "tasas chinas". Para poner un número, lo igualamos al capital. O sea que le quedan 7600 dólares, de los que falta restar el impuesto a los bienes personales a razón de 1250 dólares por año, más intereses al 36% anual y la multa. Si saliera a vender la colección de una vez para pagar la deuda, no le alcanzaría, porque en un mercado diminuto el exceso de oferta es desastroso. Esta preocupación revivirá y empeorará año tras año si; por no regularizar, debe mentir al presentar las declaraciones juradas ante la AFIP. La alternativa es pagar 10.000 dólares, disfrutar de la belleza y olvidarse de las ansiedades.
Como contrapartida de tantas tribulaciones, el primer día de abril de 2017 se presenta entonces como la oportunidad para que salga a la luz una pinacoteca magnífica, conformada por el arte en manos de particulares que tuvieron la fortuna de heredar obras icónicas o la capacidad de generar los medios para comprarlas. Esa pinacoteca magnífica habrá pasado de la tradicional informalidad a la pacífica privacidad: dejará de ser clandestina. Será propiedad inviolable de sus dueños, ya que nadie podrá molestarlos por causa de ella, lo que les confiere seguridad y libertad para gozar y disponer de las obras sin preocupaciones.
Si lo desean, esos dueños podrán apoyar a estudiosos e investigadores del país y del exterior dándoles acceso al material que necesiten, prestar sus obras sin preocupación alguna y permitir muestras extraordinarias que hoy son imposibles de realizar. También, hacer donaciones a museos que se enriquecerán con obras que antes no podían mostrarse ni siquiera para pasar en forma gratuita al patrimonio del museo. Un cambio enorme, que resultará en tranquilidad y beneficio para muchos. Otro mundo.
Abogado y propulsor del arte joven; premio Gratia Artis 2016 de la Academia Nacional de Bellas Artes
Juan E. Cambiaso