Para que el ferrocarril vuelva a tener protagonismo
Jorge Waddell Para LA NACION
Es indudable que el ferrocarril ha hecho una gran contribución al desarrollo de la Argentina. En la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX, el sistema ferroviario permitió la incorporación del país a la economía mundial, consolidó la unión nacional, pobló el territorio nacional y desarrolló la producción, generando inversión y trabajo, abaratando los costos del transporte.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX la Argentina perdió la noción de para qué servía el ferrocarril. Desde hace varias décadas, al no tenerse en claro el rol de este modo de transporte ni cuáles son sus ventajas, y al generarse un enorme déficit en las cuentas públicas, pasó a ser un problema que se intentó solucionar con distintas políticas pero todas ellas parciales, ineficaces e insatisfactorias, hasta tener hoy un sistema ferroviario en grave crisis.
El ferrocarril hoy es competitivo en el transporte masivo de personas y en el de cargas, por ello es indispensable tener un sistema moderno y eficiente de ferrocarriles metropolitanos que permitan la movilidad digna de millones de personas por día. También es deseable que el ferrocarril tenga un rol primordial en el transporte de cargas por sus ventajas competitivas. Sin embargo, los pasajeros de los servicios metropolitanos viajan en condiciones vergonzosas e inhumanas y la carga se lleva en camión, congestionando y destruyendo las rutas. Por otro lado, los trenes de pasajeros de larga distancia, en un país de gran extensión, poca población y de bajos ingresos, son poco competitivos y de una muy onerosa explotación, lo que los hace de difícil justificación económica y social. A pesar de ello, la disyuntiva parece ser entre el injustificable delirio económico del Tren de Alta Velocidad y el demagógico, irreal y poco sustentable proyecto de "Tren para Todos".
En cuanto a los servicios metropolitanos que se degradan a pesar de los elevados subsidios que se les asignan, habría que pensar en una actualización razonable de las tarifas y destinar los recursos que actualmente se utilizan para cubrir los costos de explotación a inversiones genuinas en infraestructura y material rodante que mejore sustancialmente la calidad del servicio.
Aunque en el transporte de carga hoy se despachan por ferrocarril cifras superiores a las de los últimos 45 años, la escala del negocio no es suficiente para permitir a las empresas concesionarias el mantenimiento adecuado y realizar mejoras en la red -de unos 20.700 kilómetros de longitud-, actualmente en uso. Frente a esta realidad, debería pensarse en por lo menos duplicar la carga en los próximos diez años, pero para ello es necesario que el Estado elimine los obstáculos jurídicos y de hecho que impiden el desarrollo del negocio.
La recuperación del ferrocarril es vital para la Argentina, pero para ello se requiere una política de Estado sensata y coherente y la suma de los esfuerzos públicos y privados que devuelvan a este medio el protagonismo que alguna vez tuvo, sin caer en el despilfarro de recursos y la política ferroviaria electoralista y demagógica.
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