Paradojas
GELSENKIRCHEN, ALEMANIA.- Cómo no evocar la infancia de nuestros hijos, el instante en que rieron de asombro, las caras de felicidad apretadas contra el cristal, encantados por la cercanía de los animales. Cómo no sonreír al recordar nuestro primer contacto con ellos, seres cuyos nombres desciframos siendo niños (mo-no, le-ón, ji-ra-fa, hi-po-pó-ta-mo) cuando aprendimos las primeras palabras y, lenguaje mediante, empezamos a comprender el mundo. Estos niños serán adultos mañana, y en medio de los agobios de la vida diaria recordarán con melancolía aquella felicidad temprana. Pero la vida tiene sus paradojas: en este zoo de Alemania, como sucede en casi todos los zoológicos del mundo, el oso es un animal en cautiverio, como el resto de las especies. El hombre lo ha encarcelado. ¿Puro candor? Por fortuna, las nuevas generaciones, como ante tantos otros temas, son portadoras de una nueva conciencia.