Peligro por todos lados
Es peligroso ser joven cuando se es joven.
Peligroso ir a un boliche, por los patovicas que pueden sacarlos de allí a los golpes y dejarlos tirados en la vereda con los huesos rotos o inconscientes por la paliza.
Ir de viaje de egresados, porque el micro puede tener un accidente.
Pasar caminando por una plaza, porque hay skinheads que golpean en grupo al que va solo, por ser judío, o por parecer judío, o por no ser todo lo blanco que estos neonazis pretenden.
Besarse en la puerta de casa a la medianoche, porque se puede ser asaltado, o hacerse declaraciones de amor dentro del auto estacionado frente al río, porque se puede ser secuestrado.
Peligroso ir a la cancha, por las barras bravas, si se va como hincha, o por algún policía que dispara porque sí, si se es jugador.
Ser pobre, porque se es discriminado.
Ir a la escuela, porque un compañero puede llevar un arma y dispararle a cualquiera en el aula. Ir a un recital, porque puede ser tierra de nadie. Ir a los cyber, porque hay abusadores.
Peligroso sobredimensionar la importancia del cuerpo, porque se puede caer en la anorexia o la bulimia; ser gordo o gorda, porque se es burlado; hacerse un tatuaje o un piercing.
Llevarse más de dos materias a marzo; tomar algo en un bar de estación de servicio, pues un guardia de seguridad puede enfurecerse y disparar su arma como un loco.
Peligroso el sexo, por el sida y por los embarazos no deseados; el amor, por el desengaño; el Día de la Primavera en Palermo, por los escapes de gas.
La calle, por las drogas; las vacaciones solos con amigos, por el alcohol.
Es peligroso ser joven cuando se es joven en un país precario e irresponsable. Y también lo es en los países del Primer Mundo, por otras razones y por algunas razones parecidas.
Si de por sí es peligroso estar vivo, a la juventud se le suman además todos estos riesgos.
Pero también es peligroso no ser joven cuando se es joven.
Peligroso ceder ciegamente ante el miedo, querer prohibir todo lo que podría implicar algún riesgo.
No respetar los deseos naturales que surgen cuando se ha comenzado a descubrir el mundo.
No confiar en ellos.
Avasallar la libertad que necesita un joven para ser joven.
Peligroso ser joven y peligroso llegar a viejo sin haber sido joven.
Y muy peligroso, finalmente, un país y un mundo que no cuida a sus jóvenes, que no piensa en ellos más que como en consumidores, o como en irresponsables, o como en idiotas útiles, que no les da lugar a pensar por ellos mismos, que no los tiene en cuenta, que no les permite tomar decisiones.
Y que lo único seguro que puede ofrecerles es que se queden encerrados en sus casas mirando la televisión.
Sobre todo, las tandas publicitarias.
Peligroso ser joven en los países que hacen envejecer los sueños de juventud.
Peligroso un mundo de jóvenes con miedo.