Peluquería migrante
Puro ojos. Pura belleza. Todo interrogantes. La peluquería, intuimos, tiene algo de improvisada. "Brigada social", llama el epígrafe de la foto a quienes -ay, esos barbijos, esos guantes de plástico- emprenden la tarea de rasurar estas cabezas. Cabezas de inmigrantes.
El niño es venezolano, está en Bogotá, a metros de la estación de micros. Ignoramos con cuántos integrantes de su familia habrá viajado, durante cuánto tiempo, a través de qué dificultades. Solo tenemos su mirada: descomunal de enorme, abismal en la inquietud, la pregunta, el desconcierto. El niño mira al fotógrafo con algo aún más lacerante que el miedo. Sus labios callan, pero sus ojos dicen que ya no hay casa, ni juegos, ni escuela, ni rumor de dibujitos animados por la tarde, con los cuadernos listos para hacer la tarea. No hay nada, salvo este saberse repentinamente sobrante. Objeto incómodo, sujeto de asepsia.