Peña, el funcionario imprescindible
Mauricio Macri está harto de que el "círculo rojo" le cuestione cíclicamente una decisión que ni siquiera cambiará al borde de ningún precipicio: la permanencia de Marcos Peña como jefe de Gabinete, con la excusa de que está desgastado o se ha mostrado poco eficaz para neutralizar las crisis políticas, derivadas de las económicas, desde aquella malhadada conferencia de prensa del 28 de diciembre que lo tuvo como protagonista, primera estación del vía crucis que viene padeciendo el Gobierno por parte de los mercados desde hace unos meses.
Macri está convencido de que aun cuando esa reunión nunca hubiese existido las "tormentas" -su imagen eufemística preferida para hablar de la crisis- se hubieran abatido, de todos modos, con la misma fuerza. "Además -recuerda Macri cada vez que alguien levanta el dedo acusatorio contra su más estrecho colaborador-, él no es el ministro de Economía".
Sorprende que el Presidente salga a poner el pecho cuando las balas silban cerca de quien debería ser su principal fusible. Es más: el primer mandatario ha resuelto amarrar su suerte a la de Peña.
Para usar un verbo que a Cristina Kirchner le gustaba mucho repetir cuando mandaba en la Casa de Gobierno, Macri no ahorra energía para "empoderar" a Peña públicamente todas las veces que sea necesario. Y en privado la vehemencia para defenderlo se vuelve todavía más enfática: "Es el mejor funcionario que tengo, el más claro, el más inteligente, el que ha mantenido la coherencia".
De acá al 10 de diciembre del año próximo, fecha en que terminará Macri su actual mandato presidencial, podrán suceder muchas cosas, malas y buenas, y hasta algunas impensadas para todos -lo sorpresivo e inesperado, sean cisnes negros o de colores más auspiciosos, es una constante de la era actual, en la Argentina y en el resto del mundo-, pero si hay algo que no está ni siquiera en los planes más pesimistas del jefe del Estado es desprenderse de Peña.
A Macri la ofensiva para convencerlo de eyectarlo de su administración le resulta francamente insólita. "Nunca he visto -se le escuchó decir últimamente- un ataque así del ?círculo rojo', ni siquiera contra Aníbal Fernández". Difícil desmentirlo en esto: es verdad que ese controvertido y locuaz funcionario kirchnerista estuvo en el medio de distintos escándalos informativos y judiciales, pero no hay registro que exigiera, en voz alta o baja, apartarlo de aquel gobierno. En cambio, es deporte recurrente señalar que parte de las inconsistencias del oficialismo se deben al sostenimiento en el cargo, contra viento y marea, del actual jefe de Gabinete.
Sin embargo, a medida que se va tomando distancia de Olivos, las críticas hacia Peña pueden pasar de tímidas a más ásperas.
José María Sarachaga, especialista en comunicación política, tiene una hipótesis: "Mauricio cuida a Marcos como a un hijo indefenso al que los compañeritos del colegio le hacen bullying, y a su vez Peña lo cela como si fuera su padre y se encoleriza cada vez que siente que alguien disputa su afecto".
No son pocos los que consideran que Peña es un cerco más que eficaz que se interpone entre ellos y el Presidente. Otros consideran que le falta cintura política, que mantiene a raya a los radicales para que -al decir de Elisa Carrió- no sumen nuevos puestos en el Gobierno, en tanto que irrita a buena parte del periodismo tradicional por su ninguneo constante, su monocorde discurso sin sorpresas y su fascinación acrítica con las redes sociales, a las que sobrevalora. Un importante columnista político recientemente efectuó una experiencia muy reveladora: les envió un texto común sobre un tema específico por WhatsApp a Macri y a Peña en busca de lograr sendos off. El Presidente, detalla el colega, respondió de inmediato accediendo al pedido. Ante el silencio de Peña, días después, el mismo periodista volvió a conectarse para rechequear al menos si ese seguía siendo su celular. Solo ahí contestó para confirmarlo, y de inmediato derivar la consulta hacia un vocero monosilábico. No es casual que los problemas en la comunicación oficial se sucedan.
Macri, que está fascinado con las periódicas incursiones de Peña en el Congreso y que lo considera el "gran armonizador", puertas adentro, entre los socios de Cambiemos, tiene su propia teoría, que suelta tan pronto como cualquiera se lo pida: "El problema de fondo es que Marcos representa el cambio, no transa con ninguna corporación y es un tipo sano, inteligente, con ideas modernas, y tiene una mirada tan positiva de la vida que ha irritado a muchos".
La figura del jefe de Gabinete fue incluida en la reforma constitucional de 1994, aporte de Raúl Alfonsín para atenuar el hiperpresidencialismo nacional. De Eduardo Bauzá, el primero en tiempos del menemismo, a Aníbal Fernández, el último de la viuda de Kirchner, algunos gozaron de mayor predicamento y otros de menos, pero ninguno fue más que un mero coordinador. La simbiosis entre Macri y Peña lo convierte a este en el más poderoso de esa lista. Remata Macri para quien quiera escucharlo: "No creo en los cambios simbólicos; discutamos las ideas, no las personas".
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