Desde Montevideo. Pepe publicitario
Nelson Fernández
Los bares cercanos a la casa de gobierno uruguaya están a la expectativa de que un día les caiga el presidente José Mujica y pida un plato como cualquier parroquiano, porque, al parecer, la preferencia presidencial mueve a otros montevideanos a visitar esos mismo lugares y probar los mismos platos que probó el presidente.
Mujica elige bares sencillos, pintorescos, no los restaurantes de alta cocina de la Ciudad Vieja o aquellos de cuidada decoración, con menú de "almuerzo ejecutivo". Nada de eso. Mujica elige bares sencillos, de comida casera, sin marketing ni diseño llamativo.
"Acá el matambre a la leche es buenísimo", comentó a un reportero de TV que lo esperaba en la puerta de una cantina del centro. Otro día sorprendió en la Casa del Whisky, cuando cayó para almorzar ese pollo al horno que tanto le gusta. "Rico pollo comimos", dijo a la salida.
Indirectamente, esa publicidad es muy efectiva. Días atrás, los reporteros seguían a Mujica y su esposa, Lucía Topolansky, cuando el matrimonio se detuvo ante una fábrica de pastas. "¿Hoy no le va cocinar al Pepe?", le preguntó una periodista a la primera dama. "No, no, hoy vamos a comer pasta, pero siempre la compramos acá", respondió Topolansky, señalando la modesta marquesina del negocio: "Acá la pasta es riquísima y además es artesanal", añadió. Los comerciantes, agradecidos.
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