Podemos cambiar la realidad
Recientemente varias organizaciones empresariales y luego el gobierno nacional hicieron convocatorias al acuerdo entre los argentinos. También desde estas líneas quiero hacer una apelación a mis conciudadanos con la intención, aunque más no sea, de ayudarnos a sobrellevar la crisis que se prolonga y que se agrava. Todos deseamos que la situación actual se revierta lo antes posible, pero tengo mis sospechas de que la causa principal está en el interior de cada uno de los argentinos, y no veo aún en esto indicios de cambio.
Hasta que no asumamos todos nuestra corresponsabilidad por la crisis, tengo la impresión de que no habrá una solución, porque no hay sector ni porción de la sociedad que pueda sacar al país adelante sin el sacrificio de todos. Y la sensación que todos tenemos es que al sacrificio ya lo hicimos. Los empresarios privados ya ajustamos (y vaya qué ajuste); el sector público siente que ya ajustó: la clase media, por Dios... Los trabajadores, los jubilados, todos ajustaron.
Días pasados, una de las más brillantes intelectuales argentinas, señora de dignísima trayectoria que debió vivir fuera del país durante la década del terror, me decía que ella no se sentía corresponsable de este descalabro. Minutos después narraba que al regresar, y ante sucesivas trabas de aquí y de allá, debió recurrir a la coima para poder ingresar sus muebles. Señores, ¡somos todos corresponsables!
El riesgo país
Aunque es bien sabido que la responsabilidad principal ha sido de las clases dirigentes, es preciso que todos aceptemos y asumamos la cuota que nos corresponde. Es más, en el punto en que estamos es necesario que aquel que sea realmente inocente, aquel que jamás en su vida pagó o recibió una coima y jamás evadió ninguno de sus compromisos cívicos haga un gesto de generosidad y asuma una parte de la responsabilidad colectiva.
Por favor, ¡abramos los ojos! Miremos acá nomás al otro lado del Río de la Plata. Allí está Uruguay, un país mucho más chico que la Argentina y con escasísimos recursos, sin petróleo ni gas. Sin embargo, es investment grade , es decir, su riesgo país es de alrededor de 265 puntos. Y del otro lado de la cordillera está Chile, también con muchísimos menos recursos que la Argentina: otro investment grade , con un riesgo país de 170 puntos.
El riesgo país lo hicimos nosotros mismos con nuestra irresponsabilidad colectiva y nuestro egoísmo, con la "viveza criolla" y el "piolismo argentino", con la soberbia y la mezquindad.
Todos los insultos y despotriques, aunque entendibles y justificados, caen finalmente sobre nosotros mismos. Sólo sirven para hundirnos más. Mi apelación tiene además un sentido práctico, es una fórmula para poder sobrellevar la crisis y de este modo sobrevivir sin un envejecimiento prematuro.
Sólo a partir de esta premisa anímica se podrán acometer los grandes desafíos: la revolución ética, la revolución de la solidaridad y la reforma del Estado, para rejuvenecerlo y fortalecerlo, para que pueda ser un positivo agente de cambio, de progreso y de justicia social.