Política, educación y medio ambiente
Cuando David Cameron, probablemente el futuro primer ministro de Inglaterra, planteó su plataforma política, muchos imaginaron que ésta se iba a centrar en la oposición a la actual participación inglesa en alianza con Estados Unidos en las guerras del Medio Oriente, ya que esta animadversión estaba fuertemente instalada en la opinión pública inglesa. Error, la centró en una cerrada defensa del medio ambiente, a la que ampulosamente acompañó con exageradas actitudes, tales como ir a su despacho en Londres en bicicleta.
Por otro lado, en Estados Unidos se está proyectando un film con éxito de público y crítica denominado Una verdad inconveniente ( An Inconvenient Truth ), en que el único protagonista es Al Gore, pronunciando, por medio de una producción extraordinaria de fotos en Power Point, una grave denuncia ambiental, obviamente preparada como anticipo para una futura promoción personal con fines políticos.
En nuestro país, el propio Presidente, según informa un importante medio, se prepara para protagonizar el liderazgo político del ambientalismo de América latina y, al mismo tiempo, con justas razones referidas a su eficiencia, la Fundación Vida Silvestre propone elevar la actual jerarquía de la Secretaría de Medio Ambiente a rango ministerial.
Es también inusual y alentador que la Corte Suprema de nuestro país haya intimado al Estado nacional, a la provincia de Buenos Aires y al gobierno porteño para que, en un plazo de treinta días, presenten un plan integrado de saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo y un estudio de impacto ambiental de la actividad de poderosas empresas relacionadas con la cuenca.
Salvo el caso de Gore -que desde hace diecisiete años se encuentra embanderado en el tema ambiental (aunque cuando él fue vicepresidente su gobierno no actuó de una manera ecológicamente apropiada)-, en los otros políticos, sin analizar sus motivaciones, el enfático tema del ambiente resulta gratamente innovador.
Entiendo que todos éstos son síntomas de que es evidente que el tema ha comenzado a asumirse masivamente por la sociedad, y, así como no ha proporcionado demasiados votos a los partidos ecologistas tradicionales, sí esperan recibir ese rédito habituales partidos mayoritarios de distintas partes del mundo.
Sin embargo, desde el punto de vista de la enseñanza, la arquitectura que produce la edificación, que es el primer protagonista en la generación del calentamiento global (aún más que el transporte y la industria) no registra en la mayoría de sus escuelas una posición más que declamatoria y cosmética.
La revista The Economist registra la exigencia de alumnos de las universidades más prestigiosas del mundo (Harvard, MIT, etcétera) de que se les suministre mayor enseñanza acerca de los medios arquitectónicos de contenido ambiental, por encima de posturas conceptuales en las cátedras de diseño.
También se observa hoy que ciertos proyectos se denominan -por autores y crítica- ambientales, aunque su crédito sólo consista en incorporar un jardincito en su interior y contener, tal vez, un colector solar, más simbólico que efectivo.
Simultáneamente, proliferan los edificios promencionados como "inteligentes", que suelen ser ambientalmente más que estúpidos, pues consumen energía ante cualquier leve cambio climático que podría ser subsanado abriendo o cerrando una ventana, o su protector solar.
Fernández Galiano, en un artículo con el que no coincido en su concepto de que las torres son contrarias al medio ambiente (pienso que, al revés, las ciudades jardín tipo Broadacre City, de Wright, son mucho menos sustentables que las altas concentraciones), expresa, tal vez acertadamente, que todo el ambientalismo de los nuevos popes de la arquitectura se centra, únicamente, en la doble pared de vidrio (que por otra parte forma parte de la nueva estética de los rascacielos), pero equivocadamente, que sus posiciones ambientalistas son derivadas únicamente del alto precio del petróleo.
En el caso de nuestra Facultad de Arquitectura, he observado que los proyectos, aun los muy buenos en cuanto a su diseño, no detentan contenido ambiental alguno, e intentos de incorporar "ecología de la arquitectura" como programa de apoyo a los talleres de diseño o como una materia obligatoria y no electiva han resultado infructuosos a lo largo de largos años.
Es para mi sorprendente que el estudio del tema ambiental -que como bien dice Gore: "Es el tema fáctico y político número uno de la humanidad"-, para los que serán tal vez sus principales contaminadores (los arquitectos), sea electivo.
Gore, manifiesta que, tarde o temprano, el principal enemigo de la civilización instituida dejará de ser la subversión, y toda la población mundial en conjunto deberá luchar contra los efectos del deterioro del planeta que esta misma población ha provocado.
Stephen Hawking es aún más radical, cree que la Tierra ya se ha tomado su revancha irreversible y dice textualmente: "Para la especie humana es importante expandirse en el espacio" (la Tierra no es más refugio confiable) y mantener la supervivencia de la especie. La vida en la Tierra experimenta el riesgo creciente de ser barrida por el desastre.
Es de esperar que toda esta situación mediático-política y estos nuevos aires en las instituciones mencionadas bajen a los estadios fácticos de la acción y de la enseñanza.