Por un desarrollo que tenga sustento
Desde siempre, el desarrollo ha significado uno de los principales objetivos del hombre. Evolucionar, mejorar, ampliar el dominio sobre la naturaleza han sido en todas las épocas los principales móviles de las acciones humanas.
Sin embargo, el desarrollo puede perseguirse por distintos caminos, y el camino elegido signa decisivamente cuál es el resultado final al que se arriba.
Los llamados países desarrollados eligieron en su momento un camino que los llevó al desarrollo que hoy ostentan, caracterizado por una gran pujanza económica y, pese a evidentes contradicciones, con grandes avances desde el punto de vista social. Pero, ¿cómo puede calificarse este desarrollo desde un punto de vista ambiental?
La "huella ecológica"
Es necesario hacer una diferencia crucial entre el escenario local y el global, puesto que se deben tomar en consideración tanto los "flujos ocultos" de las economías como la "huella ecológica" ( ecological footprint ) de sus poblaciones.
Los países desarrollados tienen inmensos "flujos ocultos" de insumos materiales que, en la mayor parte de los casos, no tocan siquiera su propio territorio, y por otra parte, la "huella ecológica" de sus poblaciones -que muestra cuántos recursos necesitan para satisfacer el consumo y para absorber todos los desechos que generan- resulta ser, en el nivel global, un 30 por ciento más grande que el espacio ecológico que el mundo puede ofrecer, lo que muestra la existencia de profundas disparidades entre el mundo desarrollado y nuestro mundo en desarrollo.
El ambiente es esencialmente global y no se puede aislar la cuestión ambiental en sólo una parte del planeta.
Las consecuencias de los daños ambientales las compartimos todos. El cambio climático nos afecta a todos por igual. La pérdida de una especie viva nos afecta a todos por igual.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que el desarrollo alcanzado por el mundo industrializado ha sido esencialmente "insustentable". Las ganancias de una parte hicieron perder sus oportunidades a la otra.
En tal escenario, el desarrollo sustentable emerge como el único correcto desde el punto de vista global, ya que los tres pilares del desarrollo deben crecer simultáneamente para que el edificio no se incline y para que sus cimientos sigan siendo sólidos.
Son tan importantes el crecimiento económico como el desarrollo social, la protección del ambiente y los recursos naturales.
Dicho en otras palabras, toda política que persiga aumentar la producción sin tomar en consideración la sustentabilidad de los recursos en que se basa esa producción, tarde o temprano se enfrentará con una disminución de la productividad, lo que también desembocará en un aumento de la pobreza.
La Argentina tiene hoy la oportunidad de relanzar su desarrollo bajo los cánones de la sustentabilidad. Y desde el punto de vista ético, tiene la obligación de hacerlo.
La condición internacional de sustentabilidad -por la cual, entre otras cosas, el financiamiento para el desarrollo queda fuertemente ligado al crecimiento económico, el desarrollo social y la protección ambiental- puede ayudarnos a lograrlo. Más aún: casi puede decirse que no lograremos apoyo para ningún desarrollo si no lo encauzamos de esta manera.
El sector ambiental está en inmejorables condiciones de ser el vehículo para transitar por un camino hacia la sustentabilidad del proceso de desarrollo, hacia una verdadera reactivación, captando financiamiento y cooperación internacional, promoviendo inversiones y también generando trabajo.
La mitigación del cambio climático, la utilización sustentable de la diversidad biológica y el ecoturismo resultan claros ejemplos de las posibilidades concretas en tal dirección.
El desafío nacional de consolidar un desarrollo sustentable es altamente motivador. Los argentinos estamos en condiciones de enfrentarlo con éxito.
Los logros que se alcancen en el desarrollo de esta política beneficiarán a todos y permitirán cuidar el patrimonio ambiental de la Nación, generando un país más vigoroso y una mejor calidad de vida para las actuales y las futuras generaciones.
Valores compartidos
Vivimos momentos fundacionales y, como nunca antes en nuestra historia, el destino común nos llama a redefinir prioridades y a buscar un nuevo comienzo. Urge consolidar un diálogo constructivo en busca de un fundamento común y valores compartidos para encaminar nuestros pasos hacia una Argentina sustentable.
En esta empresa común, todos tenemos un papel sustancial por jugar. Nadie puede quedarse con los brazos cruzados. Por último, haciendo propias las palabras finales de la Carta de la Tierra, podemos decir: "Tendremos éxito porque debemos tenerlo".