Poscrímenes
En la madrugada del 29 de diciembre, Nahir Galarza, de 19 años, mató a Fernando Pastorizzo, su exnovio, de 21, en una calle desierta de Gualeguaychú, Entre Ríos.
El caso pareció resuelto desde el primer momento. La chica confesó que le había disparado con el arma de su padre, un expolicía, y quedó detenida de inmediato.
Un mes después, el interés por el crimen no decae. No es la aparente quietud noticiosa del verano la que mantiene el asesinato de Fernando Pastorizzo en la agenda de todos los medios, sino los ingredientes añadidos al hecho. Una pareja en conflicto, una chica casi adolescente tomando una decisión fatal, dos familias desgarradas por la desdicha de sus hijos, los vecinos de una ciudad del interior impactados por la proximidad de la tragedia.
Y, sobre todo eso, la irrupción de la posverdad para alterar todavía más la escena y desdibujar sus trazos verdaderos. Allí donde siempre hay periodistas, fiscales, jueces, ahora también hay “especialistas” en comunicación para mejorar la versión de Nahir, sembrar dudas sobre la víctima y tratar de meter a los interesados en el tema en una grieta de posiciones enfrentadas. Nunca es triste la posverdad, lo que no tiene es remedio. Pobre Serrat.ß