EL MUNDO / Japón. Postración y resentimiento
Las autoridades y el pueblo tienen la sensación de que el país ha perdido de nuevo la Segunda Guerra Mundial, y creen injusto el trato acusatorio que les da Washington por la actual crisis.
Tokio.- (The New York Times Service) JAPON es visto frecuentemente en estos días como un país torpe y despreocupado, que toca el violín mientras arde buena parte de la economía mundial. Pero los funcionarios gubernamentales aquí, que recorren con rostro preocupado los corredores del poder, ven las cosas de forma muy diferente.
Mientras el primer ministro Keizo Obuchi se reunía con el presidente Clinton en Tarrytown , Nueva York, algunos funcionarios aquí estaban irritados por lo que perciben como arrogancia estadounidense y su deseo de hacer de Japón el chivo expiatorio. Dicen que Japón trató de contener varias veces la crisis económica asiática en sus etapas iniciales, pero que, cada vez, Estados Unidos frenó sus esfuerzos.
Cuando la crisis estaba en su infancia hace un año, por ejemplo, Japón propuso establecer un fondo de 100.000 millones de dólares para ayudar a salir del bache a las naciones del sudeste asiático. Estados Unidos rápidamente aplastó esa idea, enviando a un rincón al humillado Japón.
Ahora, muchos economistas piensan que la idea nipona debió haberse puesto en práctica, e incluso Estados Unidos se muestra humilde en ese punto.
"Creo que todos aprendimos muchas lecciones el año pasado", dice Stuart Eizensat, subsecretario de Estado para Asuntos Económicos. "Quizá con una retrospectiva perfecta, ésa era una idea que debió haber recibido más atención".
Japón fue el primer país importante que prestó atención a la crisis que se estaba desarrollando en Tailandia en el verano de 1997, y el entonces primer ministro Ryutaro Hashimoto intentó que los líderes mundiales discutieran la inestabilidad económica en Asia durante la reunión cumbre de Denver, dos semanas antes de que la crisis hiciera explosión ante la mirada del mundo. Ningún otro dirigente, sin embargo, quiso hablar acerca de lo que se consideró un tema oscuro.
Después, apenas este mes, Obuchi propuso que los líderes de las naciones industrializadas se reunieran para analizar la crisis rusa y los riesgos económicos globales. Washington también aplastó esa idea. Pero hace unos días, cuando la situación se tornó más grave, Clinton convocó a los ministros de Finanzas y banqueros centrales de las mismas naciones mencionadas para discutir el problema.
Japón es parte de la solución
Los funcionarios nipones no están exactamente encolerizados, y tampoco quieren ser aclamados como visionarios que vieron llegar la crisis y trataron de generar la acción concertada mundial. Pero sí lo irrita que alguien sugiera que ellos son parte del problema en lugar de parte de la solución, y que Japón es el culpable de la crisis asiática.
"Se trata de una percepción equivocada", se queja Kaoeu Yosano, ministro nipón de Industria y Comercio Internacional. "De acuerdo, Japón tiene muchos problemas políticos. Pero Japón ha contribuido más que cualquier otro país del mundo a ayudar a los países asiáticos sacudidos por la crisis desde el caso de Tailandia, y tenemos la intención de continuar haciendo esas contribuciones".
Yosano hizo notar que Japón ha contribuido con 43.000 millones de dólares a los paquetes de rescate para Asia, en comparación con 12.000 millones de dólares de Estados Unidos y 7.000 millones de dólares de Europa.
"Japón no está paralizado", añadió. "Sería un relato interesante si fuera cierto, pero no lo es". Interrogado acerca de si estaba irritado por las repetidas declaraciones norteamericanas que exhortaban a Japón a hacer más para resolver la crisis, Yosano permitió que una breve sonrisa cruzara su rostro.
"Estamos acostumbrados a ello, así que no nos sentimos frustrados", dijo. "Es como una campana de iglesia que toca a la misma hora todos los días, al grado de que llega un momento en que uno ya no la oye. Pero, por supuesto, si alguien dice algo demasiadas veces, llegará el momento en que nadie lo oirá. Por eso creo que es más eficaz hablar menos frecuentemente".
No todos en el gabinete nipón se muestran tan pacientes. Siichi Ota, director de la Agencia de Administración y Coordinación, se quejó el otro día, durante una conferencia de prensa, acerca del impacto de los estándares bancarios internacionales que estipulan los niveles correctos de capital que deben mantener los bancos.
"Me pregunto si todos están aceptando esto porque ha sido decidido por anglosajones", dijo Ota, resentido. "Todos, Japón incluido, se inclinan ante estas reglas porque los anglosajones son poderosos en el mundo financiero. Pero ser poderoso no es lo mismo que estar en lo correcto".
Pese a su frustración, los funcionarios japoneses aún se salen de su camino para tratar de calmar las demandas norteamericanas. A finales de la semana pasada, por ejemplo, los líderes de los partidos, tanto gobernante como opositores, permanecieron en vela toda la noche y trabajaron frenéticamente para fraguar un frágil acuerdo enfocado a estabilizar el sistema bancario, y todo para que Obuchi tuviera el acuerdo arreglado para el momento en que se reuniera con Clinton.
Aumentará el resentimiento
Los resentimientos soterrados en Tokio quizá después de la reunión cumbre, dado que uno de los propósitos parece ser el de dar a Clinton una oportunidad para insistir ante Obuchi acerca de la necesidad de una acción rápida para revivir la economía japonesa. Hace unos días, Clinton dijo que, en términos de resolver la crisis financiera mundial, "la clave es Japón", y añadió: "Es difícil ver cómo cualquier acción por parte de la comunidad pueda tener éxito en cuanto a restaurar el crecimiento en Asia, si está ausente la restauración del crecimiento en Japón".
Yuji Tsushima, prominente miembro del Parlamento del gobernante Partido Liberal Demócrata, advirtió que si los norteamericanos siguen quejándose acerca de Japón, puede estallar una grave reacción negativa.
"Si los formuladores norteamericanos de política siguen criticándonos o presionan con demasiada fuerza, puede desarrollarse aquí un sentimiento similar al que hubo en Malasia", dijo Tsushima, refiriéndose a la fuerte corriente de opinión antinorteamericana en Malasia. "Eso es lo que tenemos que evitar".
Los funcionarios de Estados Unidos responden que, si bien preferirían no ofender, el mundo se encuentra en una encrucijada extremadamente peligrosa, y requiere la acción radical de Japón para estimular su economía.
"Estados Unidos siente muy agudamente que Japón debe aceptar su parte de la responsabilidad en cuanto a mitigar la crisis asiática tanto como sea posible", dijo Charlene Barshefsky, representante comercial de Estados Unidos que estuvo en Japón la semana pasada. Barshefsky dijo que Clinton y Obuchi hablaron en "una forma inusualmente franca para ser una primera reunión".
Corresponde a Japón adoptar las medidas, dice Washington.
"Nosotros quizá podamos expresar exasperación, pero corresponde a Japón adoptar las medidas", añadió. "El presidente ciertamente dejó en claro que Japón debe actuar".
Ha habido ciertos desacuerdos en la administración Clinton acerca del grado de severidad con el que se debe tratar a Japón, y el resultado ha sido una inconsistencia en el tono. Barshefsky y funcionarios de la Tesorería han sido implacablemente duros, mientras que funcionarios del Departamento de Estado han optado por ofrecer consejos suavemente, en lugar de hacer demandas.
Presión y descortesía
Algunos funcionarios norteamericanos dicen que una de las razones por las que Washington frecuentemente ha hecho demandas muy exigentes es la sensación que se tiene de que sólo la presión hasta el punto de la descortesía es el mecanismo que alguna vez ha funcionado con Japón.
"Creo que éste es un caso en el que se puede demostrar que la presión externa tiende a ayudar más que a lastimar", dijo Barshefsky.
A principios del año pasado, por ejemplo, Estados Unidos exhortó a Japón, bastante cortésmente, a no elevar su impuesto sobre el consumo.
Japón lo elevó, pese a ello, y se hundió en su peor recesión de los últimos 50 años... y con ello amenazó la economía global.
En igual forma, después de hundirse en la recesión, Japón sintió mucho menos urgencia que otros países. Tokio postergó actuar sobre las medidas para estimular la economía y enfrentar el problemas de las deudas impagables en la nación, y la frustración en Washington llegó a un grado tan extremo que algunos funcionarios de la Tesorería calificaron al ministro nipón de Finanzas como "ministro de la destrucción de la economía mundial".
Este tipo de sarcasmo es particularmente doloroso para los funcionarios nipones, quienes hacen todo lo posible para mantener buenas relaciones con sus colegas norteamericanos.
"Los funcionarios japoneses han estado realmente interesados, casi podríamos decir obsesionados, por la reacción de los Estados Unidos y, en consecuencia, en estos días se muestran muy resentidos porque la reacción ha sido mala", dice Yasuaki Onuma, catedrático de Leyes en la Universidad de Tokio. Añade, sin embargo, que la culpa debe caer fundamentalmente sobre los funcionarios japoneses porque, dijo, invariablemente causan desastres en su manejo de las relaciones públicas, y por tanto nunca reciben crédito incluso cuando se las ingenian para hacer bien las cosas.
Una razón para que las propuestas niponas de una reunión cumbre u otras medidas globales no hayan sido tomadas seriamente es que el gobierno japonés prácticamente no tiene credibilidad en el extranjero. Ha insistido durante tanto tiempo en que sus problemas económicos están bajo control que todos suponen, cuando un primer ministro japonés habla acerca de asuntos globales, que simplemente está tratando de desviar la atención de los problemas internos de su país.
La profunda preocupación que experimentan los funcionarios japoneses al ser culpados por la crisis mundial se suma a la inquietud que les provoca ver a la antes extraordinaria economía japonesa perder gradualmente su fuerza. El mercado nipón de valores se encuentra en su nivel más bajo de los últimos 12 años, y los bancos nipones no son ahora de los mayores del planeta, sino también de los más debilitados en el mundo.
Cómo perder de nuevo
Un titular de la semana pasada en una columna del Asahi Shimbun, quizás el periódico más respetado de Japón, describió escuetamente la desesperación en ese país ante la crisis económica por la que atraviesa: "La sensación de haber perdido de nuevo la Segunda Guerra Mundial".
Entre el pueblo en general, el resentimiento de lo que se percibe como arrogancia de los norteamericanos no ha sido mayor de lo usual. Una razón para esto quizá sea que el pueblo está enfocando su ira sobre sus propios líderes.
De hecho, Obuchi puede hacer que Clinton luzca comparativamente fuerte, políticamente hablando. Una encuesta de la semana pasada para el Asahi Shimbun reveló que sólo el 21 por ciento de los japoneses apoya al gobierno de Obuchi, e incluso los miembros de su propio partido están maniobrando para sucederlo.
"En estos momentos, la mayor parte de la frustración popular no está dirigida a los extranjeros", dice Carles Horioka, economista de la Universidad de Osaka; "sino más bien contra el gobierno japonés y sus dificultades para hacer lo necesario".
Por Nicholas D. Kristof
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