Preguntas y respuestas extraordinarias
En los últimos días, por una curiosa coincidencia, tres misiones de diferentes países se dieron cita puntualmente en el cuarto planeta del Sistema Solar. Entraron en órbita la sonda Hope (Esperanza), la primera de los Emiratos Árabes Unidos, y la Tianwen-1 (“Preguntas al cielo”), de China. Y ayer mismo se depositó sobre la tierra rojiza, después de una asombrosa danza coreografiada en fracciones de segundo que le permite frenar de 19.000 km por hora a cero, la más ambiciosa misión de la NASA, la sonda Perseverance, que lleva en su interior el primer helicóptero que intentará volar en la tenue atmósfera de nuestro vecino cósmico.
Marte hace cientos de años que cautiva a astrónomos y legos. En el Siglo XVII, el holandés Christian Huygeens hizo las primeras observaciones de áreas oscuras en su superficie y también detectó los casquetes polares. Como Galileo, usaba lentes que él mismo pulía, y que le permitían obtener unos cincuenta aumentos o más. El italiano Giovanni Cassini, que fue director del Observatorio de París, calculó en 1666 la rotación del planeta: 24 horas y 40 minutos. El germano-británico William Herschel creyó divisar nubes.
No se puede negar: siempre estuvimos ansiosos de encontrar “marcianos”. Ese anhelo llevó a los traductores al inglés de la obra del italiano Giovanni Schiaparelli a convertir una serie de estructuras que había descubierto y había denominado “canales”, en canals (construcciones artificiales) en lugar de channels (formaciones naturales), lo que abonó las teorías de que era habitado por una civilización avanzada de pequeños hombrecitos verdes. La literatura y el cine hicieron su parte para que entráramos en contacto con marcianos (casi siempre debido a guerras interplanetarias) o, como en la reciente The Martian, con Matt Damon, imaginando un futuro no tan lejano en el que la humanidad estaría allí estableciendo colonias.
The Martian es una trama de ciencia ficción. Pero en materia de vida extraterrestre, el planteo del astrofísico de Harvard Avi Loeb, la supera ampliamente en audacia. Según el catedrático, que dirige la Iniciativa Agujero Negro, es miembro del consejo de asesores científicos del presidente de los Estados Unidos y del comité de la Iniciativa Breakthrough Starshot, la humanidad ya se enfrentó al primer signo de vida inteligente de fuera del Sistema Solar.
En su último libro, Extraterrestre (Planeta 2021), Loeb argumenta que es un visitante que llegó el 19 de octubre de 2017 desde la dirección de Vega, una estrella situada a 25 años luz, y pudo observarse durante once días en los que rodeó el Sol y emprendió la salida hacia la constelación de Pegaso. Se trataba de un cuerpo cinco a diez veces más largo que ancho (alargado como un puro o plano como una tortilla), y unas diez veces más brillante que los asteroides o cometas conocidos. Los astrónomos lo advirtieron cuando ya nos había dejado atrás, entre los datos reunidos por el telescopio Pan-STARRS, y lo bautizaron Oumuamua (palabra hawaiana que significa “explorador”). Lo más desconcertante es que en su trayectoria alrededor del Sol se aceleró y se desvió de una forma que desconcierta a los especialistas, ya que no fue lo que cabría esperar dada la gravedad de nuestra estrella. Para Loeb, la explicación más simple es que fue creado por una civilización inteligente que no reside en la Tierra. Cuesta creerlo, claro.
Pero a lo mejor tenemos sorpresas más cerca. Desde 1975, cuando las Viking fueron enviadas para tomar y analizar muestras de suelo marciano, ninguna otra misión había intentado corroborar si existe o alguna vez existió vida en Marte. La sonda Perseverance tal vez permitirá corroborar o descartar definitivamente esa hipótesis. Habrá que esperar, ya que afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.