Promedio
Una de las sutilezas que a la política argentina le ha costado siempre aceptar es que las grietas lesionan a las dos orillas. Dicho más simple, no es posible que un grupo se desprestigie por sectores. Toda la política local está desprestigiada. Es más o menos evidente que hay actores honrados. Puede uno estar de acuerdo o no con ellos, pero son honrados. El problema es que los ciudadanos no nos decepcionamos por partes, selectivamente.
Hay una razón para que ocurra esto, que, por definición, es injusto. Funciona de este modo, justo o no, y es por algo. La política es siempre un fenómeno de una escala tan desmesurada que los ciudadanos solo podemos evaluarla de dos modos. Una forma es la emocionalidad, la tradición familiar. Un poco como en el fútbol, nadie se plantea racionalmente ser de River o de Boca. La otra clase de juicio es estadístico. Hay demasiadas escenas en esta película, desde las muy personales, donde la política afecta nuestro recibo de sueldo, hasta las muy lejanas, donde se juega la estrategia geopolítica de la Nación. Entonces hacemos un promedio. El desprestigio de la política en este momento de nuestra historia es el resultado de ese promedio. Y los promedios suelen ser tan inapelables como herméticos.