Qué importa la verdad
Los desencuentros que provocó esta semana el diálogo entre Biden y Alberto Fernández no terminaron de aclararse ni siquiera en el Frente de Todos. ¿Inventaba realmente Felipe Solá cuando le contó a Radio con Vos que el presidente argentino acababa de plantearle al demócrata disconformidad con el director ejecutivo de Estados Unidos ante el FMI, Mark Rosen? El Gobierno lo negó enseguida: sus voceros explicaron que el canciller había confundido el lugar de la reunión y, por lo tanto, sin haber participado, había agregado en su reporte de la charla un tema no abordado. La anécdota y la aclaración no terminan de despejar una duda anterior: ¿perturba la presencia de Rosen la negociación con el organismo? ¿Es lo que piensa y no dice el Poder Ejecutivo?
El contacto con Biden se había dado en términos amables e incluso con una duración tres veces superior a los diez minutos previstos inicialmente
En el Ministerio de Economía se apuraron en negárselo al propio Rosen. Ante la inquietud del norteamericano, Martín Guzmán y Sergio Chodos, director ante el Fondo, no solo hablaron con él horas después, sino que se sacaron sonrientes una foto mostrando el Zoom. Veían en el episodio una operación que, dicen ahora, no llegó a desgastar a Guzmán, pero sí a arruinar parcialmente una noticia positiva: el contacto con Biden, que se había dado en términos amables e incluso con una duración tres veces superior a los diez minutos previstos inicialmente. Si no fue torpeza, no saben todavía a qué atribuirlo. ¿Puede haber influido la incomodidad de alguien por la contratación de Tom Shannon, exsecretario de Estado norteamericano, como lobista de la embajada argentina en Washington? Fue Shannon quien consiguió la charla con Biden. Por eso en el Palacio de Hacienda celebran la incorporación. Confían en que una buena relación con la Casa Blanca facilitaría acordar con el organismo. Los apuntala una coincidencia fortuita: Janet Yellen, la designada secretaria del Tesoro, se doctoró en 1971 en la Universidad de Yale y su tesis –"Empleo, producción y acumulación de capital en una economía abierta: un enfoque de desequilibrio"– fue aprobada bajo la supervisión de Stiglitz, padrino académico de Guzmán. En un artículo publicado esta semana en Project Sydicate, el premio Nobel la elogia: "Afortunadamente, nadie está mejor equipado –en intelecto, experiencia, valores y habilidades interpersonales– para enfrentar los desafíos económicos de hoy que Yellen, a quien conocí cuando era estudiante de posgrado en la Universidad de Yale en la década de 1960".
La génesis del incidente diplomático está menos clara en la Cancillería. Es cierto que Solá no llegó a tiempo a la reunión. Pero ese desencuentro, que él atribuyó después a un malentendido propio, no convence en su entorno. ¿Y si alguien quiso que no estuviera y no le aclaró que no era en Olivos, donde se había hecho esa mañana el Zoom con Bolsonaro, sino en la Casa Rosada? ¿Hacía falta difundir la confusión de coordenadas con tanto detalle, como escribió Román Lejtman, si en definitiva dañaba antes que nada la gestión del Gobierno? Si fue a propósito, no habrá sido la primera vez. Hace años, cuando era gobernador de la provincia de Buenos Aires, tuvo que enterarse de casualidad, por una fuente no oficial, de que un acto al que estaba invitado en la planta de Peugeot, en Villa Bosch, se había adelantado a las 10.30. Su convocatoria era a las 12. "Mirá que Néstor y Cristina ya están acá", le advirtió alguien, y entonces se apuró en helicóptero para sumarse. "Me quieren dejar afuera", lo oyeron murmurar después.
Lo extraño de todo es que con Alberto Fernández se lleva bien. Fue el Presidente quien lo defendió esta semana públicamente. "No es tan grave", le dijo a la periodista Natasha Niebieskikwiat, de Clarín, a quien le aclaró de todos modos que las declaraciones habían sido "totalmente imprudentes". Pero las presunciones son siempre sobre los entornos. Meses atrás, después de un desajuste diplomático similar, funcionarios de la Casa Rosada contaban a pares de buena relación con Solá objeciones que Alberto Fernández le había hecho personalmente al canciller. Como con el teléfono descompuesto de Biden, pusieron en boca del jefe del Estado frases difíciles de confirmar sobre el tamaño del cargo.
El enredo del martes volvió a exponer divergencias internas del Gobierno. Solá puede haberle agregado un párrafo al diálogo con Biden, pero la mención de Rosen no partió de un rapto de creatividad. En el Palacio de Hacienda admiten que habrá que trabajar en la negociación con el Fondo porque, aunque la consideran bajo control, no es fácil. Nada que no haya ocurrido otras veces. Lo novedoso son las suspicacias en el bando propio. Y un riesgo que advierten en el Ministerio de Economía: que la política partidaria arruine todo.
Es cierto que cualquier crítica a un representante de la Casa Blanca en el FMI caerá siempre bien en sectores del Frente de Todos. Y que en la Argentina importa menos el fondo de las cosas que el posicionamiento ideológico, el problema que el énfasis en explicarlo. Más en medio de un ajuste y con pocas buenas noticias. Alberto Fernández cerró anteayer la Conferencia Industrial en el momento de mayor pesimismo empresarial de la historia. Y ensayó también un mensaje positivo. "Quiero que estemos orgullosos de lo que fuimos capaces de hacer", empezó, y celebró que, gracias a todos los sectores, se hubiera logrado evitar una crisis peor. "Que no haya argentinos con hambre", describió. "Somos capaces de hacer esto. Somos capaces de levantar un sistema de salud en 60 días. Somos capaces de inventar dar clases por Zoom para que los chicos no pierdan la educación", dijo, aunque 11 minutos después pareció refutarse a sí mismo: "El presidente de Syngenta recordaba las palabras de Alfonsín, que con la democracia se come, se cura y se educa. Y yo estoy convencido de que Alfonsín tenía razón. Pero también de que la democracia no hizo las cosas suficientemente bien, porque hay muchos que no comen, a muchos les cuesta educarse y hay muchos que sufren en salud". ¿Cuál de los dos Alberto Fernández se ajusta más a lo que pasa? El Observatorio de la UCA le da más la razón al segundo. La inseguridad alimentaria severa, que era en 2019 del 9,3%, subió este año al 10,4%, el nivel más alto desde que empezó a medirla, en 2010 (7,6%). Son indicadores que difícilmente mejoren sin inversión. Algo de eso insinuó el Presidente en el acto. "El riesgo de este año que pasó fue la pandemia; el riesgo que se avecina es no crecer", anticipó.
Dependerá, en parte, de las prioridades del Frente de Todos. El desvelo de Guzmán: que frivolidades partidarias no ahoguen la salida. La gran debilidad de la Argentina. Menesteres que, por ejemplo, gravitan en el fuero judicial. Alberto Fernández volvió anteayer a discutir la figura del arrepentido. El debate sobre el instrumento de la prueba sepultó al de los hechos. ¿Es o no cierto lo que dicen 31 arrepentidos? ¿Hubo un sistema de recaudación sin precedente que, ya en el primer kirchnerismo, cualquier empresario de esos años confirmaba en confianza ante los periodistas? Nadie sabe tanto del tema como ellos: son los que pagaron. Pero importa poco. Como qué se habló con Biden. Cuando la verdad pierde valor, futuro y pasado aparecen igualmente difusos.