¿Qué radiodifusión pública queremos?
A menos de una semana de dejar el gobierno, Eduardo Duhalde firmó el decreto 1214/03, parcialmente modificatorio de la Ley de Radiodifusión, que faculta a las provincias y municipios a prestar servicios comerciales de televisión abierta y radio. Sorprende lo apresurado de la decisión y el medio elegido para instrumentarla (un decreto de necesidad y urgencia), porque no se advierte ni la una ni la otra, máxime en un país donde el sector público está en default y frente a la obligación de atender urgencias sociales que no pasan precisamente por explotar canales de televisión y radios comerciales.
El artículo 11 de la ley modificada respondía al principio de subsidiariedad, pues limitaba la explotación estatal de servicios de radio y televisión cuando los particulares no los prestaban. De ahí los poderes excepcionales que la ley confería al Poder Ejecutivo para autorizar nuevas estaciones públicas.
El ejemplo de la BBC
Sin perjuicio de las consideraciones jurídicas, de oportunidad, y de la real intencionalidad del referido decreto que cabría formular, el tema es propicio para señalar ciertas características de los medios públicos. Eso se hará a la luz de la octogenaria experiencia del modelo más conocido de radiodifusión pública, la BBC:
- Independencia. El management , la estrategia y los contenidos no están condicionados por poder político o comercial alguno. Los únicos límites que tienen los medios públicos están determinados por la legislación superior y por normas internas de cada corporación, que en el caso británico claramente sustentan la independencia señalada. La independencia de la BBC del poder político fue puesta a prueba durante la Guerra de las Malvinas, cuando la corporación transmitía ciertos programas en los que se cuestionaba la política bélica del gobierno de Margaret Thatcher. Eso motivó que desde ámbitos oficiales se tildara a la BBC de proargentina y antibritánica.
- Imparcialidad. La independencia va de la mano de la imparcialidad, que adquiere singular relevancia en materia de noticieros y programas periodísticos. Vale decir, los contenidos deben estar desvinculados de toda presión de grupos de interés, de tal modo que el mensaje no resulte partidario o propagandista. La auténtica imparcialidad destila credibilidad desde el medio que la practica.
No comercial. La BBC no emite publicidad, pues la corporación se sostiene con el pago obligatorio de 116 libras esterlinas anuales por la tenencia de televisores de color, más la venta de programas y de otros productos y servicios. Un ejemplo no tributario de financiación de medios públicos, y menos impopular, lo constituye la red estadounidense PBS. Allí la televisión pública se financia mediante breves patrocinios pautados al inicio, al final o al promediar los programas.
Cabe destacar que la ausencia de publicidad en la BBC de ninguna manera significa falta de gestión empresarial en su administración. La BBC es gestionada por ejecutivos reclutados según estándares profesionales idénticos a los del sector privado, los cuales permanecen en sus cargos aunque cambien los gobiernos. Los puestos gerenciales son remunerados en un nivel parejo con los del sector privado. En suma, el medio público debe gestionarse con criterio empresarial, sin contaminación política, pues el dinero de la gente que lo sostiene no puede dilapidarse en administraciones no profesionales o, peor aún, corruptas.
- Diversidad. Hace a la esencia de la radiodifusión pública que ésta debe servir a la mayor diversidad de público posible, sin distinción de edades, clases sociales, razas, preferencias, etcétera. Gran Bretaña estipula cuidadosamente en sus leyes las exigencias sobre diversidad de contenidos. Es más: la noción de diversidad se entiende en su significado más amplio, es decir que, como es el pueblo el que paga la licencia anual que contribuye al financiamiento de la BBC, ésta no debe limitarse a difundir programación "no comercial" solamente. También debe incluir programas de atracción masiva que en medios privados tienen o tendrían éxito comercial (un ejemplo fue la sonada pugna hace un par de años entre BBC y la cadena privada Channel 5 por los derechos de televisación de Los Simpson ). Claro que tal enfoque de la diversidad ha merecido contundentes críticas por parte del empresariado privado británico, pues, no sin razón, se advierte que la radiodifusión pública debería servir como una alternativa a la programación comercial y no superponerse con los medios privados.
Las características delineadas permiten concluir que la radiodifusión pública analizada, aun con los cuestionamientos formulados, se basa en una percepción aguda de lo que la mayoría de la sociedad normalmente espera de los medios públicos. Más aún, un sistema público seriamente planteado no es un amontonamiento de muchos canales y radios en poder del Estado, sino un plan racional y acotado a las verdaderas necesidades de cada región, con objetivos y estrategias transparentes, duraderos e incompatibles con la politiquería que todo lo contamina.