El pulso político. Quién manda en el PJ
El peronismo fue siempre un movimiento en el cual ni su conducción ni la verticalidad han sido temas menores. ¿Es creíble que sus dos principales dirigentes aparezcan protagonizando una virtual competencia por demostrar quién tiene menos apetencias de poder que el otro?
Cuando muchos presagiaban el estallido de un conflicto entre Kirchner y Duhalde, éste le ofreció al jefe del Estado la titularidad del partido. El Presidente rechazó el convite, luego de insinuar su preocupación ante la posibilidad de que se le endilgaran ambiciones hegemónicas.
Las interpretaciones que formulan algunos analistas sobre estas llamativas resignaciones tienen poco que ver con heroicos renunciamientos históricos. Los allegados a Kirchner nunca han ocultado sus deseos de construir una fuerza transversal al justicialismo con figuras tales como Aníbal Ibarra y -¿por qué no?- Elisa Carrió. Esa jugada ha sido observada con un natural recelo por distintos representantes del PJ, con algunos duhaldistas a la cabeza. Tal vez por eso, para comprometer a Kirchner con el partido y hacer que abandone sus ideas transversalistas, el duhaldismo y otros sectores internos lo quieren ver al frente de la estructura partidaria.
En este sentido, el titular del PJ de Santa Fe, Angel Baltuzzi, expresó ayer que "las transversalidades pueden afectar el funcionamiento orgánico del peronismo" y que "sería fatal para el país que detrás de la búsqueda de nuevas experiencias se desarmara el principal basamento de la gobernabilidad en la Argentina, que es el PJ".
La negativa del Presidente a conducir el partido es, de alguna manera, una señal de que no está dispuesto a abandonar su proyecto de generar ese movimiento transversal.
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Hay otras razones que explican la negativa de Kirchner. Por un lado, cuando regía los destinos de Santa Cruz, él nunca se llevó bien con el partido en el orden nacional ni con muchos de los actuales gobernadores provinciales. Por otro lado, como apuntó un funcionario y amigo del primer mandatario, "cuando se es gobierno, el partido es el Estado". Según esta óptica, la conducción del partido en la Argentina es un instrumento fundamental cuando se está en la oposición, pero no desde el oficialismo. "Cuando Carlos Menem presidía el país, ningún dirigente peronista que no fuera de la Capital sabía dónde quedaba la calle Matheu (en referencia a la sede del PJ), pero todos sabían dónde estaba la Casa Rosada", señaló la citada fuente.
Tal vez olvidó un detalle: Fernando de la Rúa sufrió dramáticamente como presidente de la Nación la falta de acompañamiento de su partido en los momentos más difíciles. Claro que De la Rúa no era peronista y que ningún gobierno constitucional de signo no justicialista pudo concluir su mandato desde el nacimiento del peronismo, con o sin apoyo partidario.
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