¿Quién no es un poco raro?, nos pregunta Claudia Piñeiro
El verdadero ser se precipita ante lo inesperado. Los seres humanos puestos ante el abismo, aún en escenas de la vida cotidiana en las que nos creemos gente normal, podemos reaccionar de la manera más descabellada y dejar de ser quienes aparentábamos. Sobre todo quienes integramos la clase media preferimos mostrar que está todo bien, que en casa no pasa nada malo, que somos morales, correctos, moderados y virtuosos. Todo bajo control. Las apariencias como premisa. El qué dirán nos importa demasiado. La mirada del otro es nuestro faro.
Todo esto me hizo pensar el último libro (el primero de cuentos) de Claudia Piñeiro, Quién no, en donde la consagrada escritora reflexiona sobre las rarezas que pasan inadvertidas, las obsesiones que nos pueden llevar al crimen, secretos que estaban guardados y un día se nos revelan, circunstancias en las cuales la mirada del otro se posa sobre nosotros, que estallamos como monstruos o que nos comportamos con altruismo. Nuestra imagen –mi propia imagen–, que parecía normal, escondida detrás de una máscara, que no dejaba entrever la verdadera cara de nuestra sustancia. Mi verdadero rostro. El de lectora ante un libro que me interpela.
Quién no, nos pregunta Claudia Piñeiro. Las 16 historias que cuenta son mucho más que cuentos. Veamos: quién no se animaría a transgredir una sutil línea para recuperar un instante con sus hijos, unas horas para volver a sentirse en familia, una familia perdida por la separación. Quién no callaría ante la vida oculta de su marido muerto, una historia que aparece sin remedio en sus objetos personales. Quién no se erotizaría con la cercanía durante una noche entera, obligado por las circunstancias, con su atractiva jefa. Quién no, en algún momento de su vida, estuvo ante la encrucijada del aborto. Cuántas veces sentimos que mataríamos a alguien por nuestros hijos. Cuán difícil es volver a nuestro pasado, a nuestro pueblo, a nuestro hogar, ese lugar que dejamos atrás, pero que nos reclama. Historias que pueden ser la nuestra, puntos de vista, miradas ante una encrucijada.
Piñeiro nos sumerge en mundos conocidos y también ajenos. Y pienso en que la mirada que tenemos sobre los demás no incluye una semejante sobre nosotros. No nos preguntamos, antes de juzgar, qué hubiésemos hecho en el lugar del otro. Nos cuesta la mirada compasiva. Y no nos animamos a preguntarnos: ¿qué vemos al mirarnos al espejo?
Oscar Wilde entendió que ignoramos quiénes somos y escribió en De Profundis: "Reconocer que el alma humana es desconocida es la suprema realización de la sabiduría. El misterio final reside en uno mismo. Cuando se haya pesado el sol en la balanza, medido los pasos de la luna, y dibujado el mapa de los siete cielos, todavía quedará nuestro ser".
Somos impredecibles y en ocasiones carecemos de empatía, de una mirada piadosa para con el prójimo. Al menos, sabemos esto de nosotros mismos. No es poca cosa este reconocimiento si tenemos la pretensión de modificarlo.