Recuerdos de Escalpelo
Por Félix Luna Especial para La Nación
En 1891 apareció un librito que contenía semblanzas de los senadores nacionales del año anterior. Se titulaba El Senado de 1890/Brochas Parlamentarias y su autor se ocultaba bajo el seudónimo de Escalpelo. Nunca pude averiguar quién fue Escalpelo, pero lo cierto es que el hombre manejaba una pluma diestra, maligna por momentos, casi siempre irónica y hasta graciosa. Sus destinatarios eran los "padres conscriptos", cuyos retratos se ilustraban con caricaturas intencionadas, al estilo de El Mosquito.
Lo primero que salta a la vista es que los apellidos de los senadores son, sin excepción, criollos y algunos con resonancia histórica, como Derqui, Güemes, Paz o Tagle. Lo segundo es que en las críticas y bromas que descarga el autor sobre cada uno de los senadores no se desliza la menor insinuación de que alguno haya protagonizado un chanchullo o negocio sospechoso: puede deslizar que el senador tal es haragán, que otro no hizo escuchar su voz en el recinto jamás, que otro más es un plomo insoportable. Pero nunca una alusión a sobornos, "peajes" o favores personales.
No señalo esta circunstancia para proferir un nostálgico lamento sobre la catadura moral de los hombres públicos de antaño. Pero sí, para preguntarme cómo empezó la decadencia del alto cuerpo. ¿De qué manera se fue maleando el sentido de la ética de los representantes de las provincias? ¿Será otra expresión de este desdichado fenómeno que es la corrupción de parte de la clase política? Porque cuando la carrera política deja evaporar su esencia de servicio público y pasa a ser una manera de enriquecerse, entonces la política misma pierde su sentido, su razón de ser, y será apenas una actividad lucrativa. Claro está, una actividad lucrativa cuya única víctima es la gente común, sus propios representados.
¿Son las exigencias clientelísticas tan apremiantes que los lleva a lucrar con el cargo para sostener el aparato que necesitan? ¿O será acaso el ambiente de frivolidad, ostentación y derroche, ese letal legado del menemismo, lo que envuelve, seduce y convierte a un modesto dirigente provincial en un nuevo rico, ducho en inmoralidades, perito en dádivas y propinas?
Creo que son interrogantes por analizar. De lo que estoy seguro es que Escalpelo hoy trazaría sus semblanzas de manera muy diferente.
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