Semana de cuentos. Relatos preseleccionados
Juego de niños (juanpidiaz)
Tariq Ibn Ziyad acaba de concluir su desembarco en Gibraltar sellando para siempre la suerte de Roderico, a quien la historia le reserva el nada gratificante título de "último rey visigodo". Último es siempre antecedente inmediato de la extinción, y en materia real deviene en un mote con ribetes oprobiosos. Pero Roderico, testigo inocente del fin de una era, morirá ignorante. Para Tariq, hace mucho tiempo que la expansión hacia occidente no es más que un juego destinado a aplacar su espíritu aventurero. Su rostro traduce los desbordamientos clásicos del éxtasis, pero su naturaleza, cóctel sulfuroso de inocencia y barbarie, no es capaz de descifrar que toda gran aventura exige un corazón de niño. Esa esencia compuesta resguarda celosa el secreto de su éxito. Setecientos años harán falta para sepultar la batalla de Guadalete, en la que un niño, repleto de intrepidez y suficiencia insultante empujó a la persona real hacia los confines de la dinastía y la nada. Pero ese niño, responsable único del choque de dos culturas opuestas, morirá ignorante. Inocente, como todo niño.
Marichu (haydeeguzman)
Me dicen la Marichu. Me crió una bruja que me enseñó a elegir hierbas para la panza; mezclar otras con pluma de cuervo, para engatusar novio a alguna de las señoritas, todo. Siempre presté mucha atención cuando me enseñaba. Nunca estuve con ningún hombre, como soy bruja, a los nueve meses puedo traer el diablo al mundo. Me he portado bien. Ni Dios ni Alá pueden estar enojados conmigo. Cuido los trece alfileres de mi madre, uno por cada apóstol y otro por el Señor Jesucristo… porque, bueno, así me enseñaron, no es por contradecir a Alá. No entienden, desde que estoy en palacio, mi ciencia es solo para la que se hace llamar reina. Dicen que soy su esclava, no puede ser, yo nací más libre que el viento. Buscando hierbas me ganaba la vida, y bien popular que era. Ahora estos, con esa piel oscura y esos ojos negros como la noche que me dan mal presagio, dicen que mi señor don Rodrigo ha muerto, no les creo. Va a venir a buscarnos, no quiero ser esclava.
Umn - Abí (minondenovela)
Los guardias del palacio estaban acostumbrados a ver pasar a las mujeres de la nobleza, por los corredores, portando canastas que constituían un auténtico arsenal cosmético. La preciosa carga se componía de cuencos que contenían pasta depilatoria, henna y aceite de violetas. Perfume de almizcle y jazmín. Jabón arcilloso para el cabello. Kohol para realzar la mirada. Y corteza de nuez para entintar labios y encías. Las mujeres sabían cómo conservar su fama de bellas...y también, cómo podían utilizar esa belleza... Al guardia que volvía de su relevo le sorprendió la rauda carrera de una muchacha que tenía el puño de la mano derecha cerrado y crispado. La alcanzó y le quitó unas llaves misteriosas. La bella, acorralada y sollozando, gritó que su amado Rodrigo le había prometido casamiento si le traía las llaves de un enigma guardado en el palacio. Ese enigma estuvo celosamente oculto por los veintisiete reyes anteriores a él. El soldado tenía órdenes y sin dudar clavó su navaja. Umn- Abí murió en sus brazos con una rosa de sangre en el pecho juvenil...
DAKA (exielado)
Rodrigo la tomó para sí al instante de asumir. Elegido rey por los godos aristócratas solo pensaba en sí mismo y en las riquezas de la Hispania decadente. Al llegar al palacio nada lo deslumbró, salvo aquella esbelta figura robada en la última incursión al Reino de Kaledán. Se llamaba Daka. Su presencia y su andar despertaban admiración y la envidia de los príncipes que lo apoyaron. Creyó tener en sus manos el poder eterno y jamás pensó que poseerla le costaría su reinado. Juró defenderla con su propia vida. A sus oídos llegó el rumor de la invasión en Gibraltar. Sabía que venían por ella. No lo dudó. Se despidió y marchó al sur, al frente de sus hombres, a defender su dominio. Doce mil beréberes al mando de Tarik venían a recuperar el regalo de Dios robado. Rodrigo no pudo con ellos. Su cuerpo jamás fué encontrado. Ella volvió con su amo y los godos supieron que el bien más preciado del reino de Kaledán era Daka, la yegua que Dios le había regalado al príncipe Musa.
El último (unhombrealado)
La noche y el cansancio cortan el andar. Atras solo hay trigo para unos escasos lobos hambrientos, por delante el inexorable y fatigoso fin. Diez guerreros y un hidalgo descienden de sus caballos, aun hay sangre en sus rostros, aun hay miedo. Estos guerreros juraron juraron defender hasta la muerte su tierra y su rey; aquí están, saben que que las huestes de Musa Ibn Nusayr aun estas tras ellos y no son pocos. Planean encaminarse a Toledo y allí unirse a la resistencia para dar nueva batalla. Pero Don Rodrigo ya se dispuso de espaldas a un árbol con sus ojos cerrados. Solo hace foco en su aciago reinado, en los enemigos internos mas que en los externos, en el mismo también. En ella, cómplice esquiva de un amor afanoso. Ahora que sus días se acaban añora su ser, desea quizás otro nombre, otro titulo y no volver a perderla. -Acaso lo logre algún día- susurra. Pero no hoy. La espada se hunde en el pecho y acaba con quien solo será, el ultimo rey visigodo.
Horacio "el astuto" (Eos___)
Primavera del año 711. Las tropas musulmanas de Táriq - lugarteniente de Musa ben Nusayr, emir de África del Norte - cruzan el estrecho de Gibraltar desembarcando en Hispania, para derrocar a Rodrigo, el rey visigodo que por muchas razones; entre otras, impuestos excesivos, discriminación de los judíos, y sublevaciones de los vascones; no representa el proyecto de unidad peninsular de su pueblo. - ¡Rodrigo fue asesinado! La noticia corre como magma hirviente hasta los oídos de dos jóvenes hermanos. Juan "El Crédulo" toma su espada, sale al campo y enfrenta a los árabes. Horacio "El Astuto" quiere detenerlo en vano. Horas después, Horacio habla con Julián; el gobernador de la zona del Estrecho, enemigo oculto de Rodrigo - éste había violado a su hija - y secreto aliado del emir Musa ben Nusayr. Muchos años más tarde, en Viseu - ciudad de Lusitania -, ya anciano y mientras recuerda a su hermano Juan "El Crédulo", muerto durante la invasión, Horacio "El Astuto" observa la reciente sepultura del hombre a quien siempre le ha sido fiel. En ella se lee, "Aquí yace Rodrigo, rey de los godos".
El primer damasquino (alonline1)
Cuando los árabes conquistaron Alejandría hallaron entre los restos de su biblioteca el secreto de la cuadratura del círculo. Así fue que este secreto llegó a Damasco y los mejores artesanos lo eternizaron en un "Damasquino" que el Califa de Damasco entregó como regalo de bodas a su primer esposa. Cuenta la leyenda que este damasquino multiplica la belleza de la mujer que lo porta haciéndola irresistible y sumamente fértil. Semejante atributo cegó a los cortesanos del califa quienes lo robaron para comercializarlo. Táriq lo llevaba con él cuando desembarcó en Gibraltar la primavera del año 711 donde derrotó al ejército del último rey visigodo para adentrarse en la península ibérica y saciar su sed de conquista. Al llegar a Toledo se distrajo antes de entrar con la belleza de una muchacha que se bañaba desnuda a orillas del río Tajo y perdió en sus aguas el damasquino. Desde entonces miles de artesanos a lo largo de la historia trataron de imitar infructuosamente la belleza del primer damasquino qué ahora solo puede ser vista con la llave del amor verdadero.
El beréber (Silgras)
Entre el polvo gris del camino, avanzaba un batallón de soldados cristianos. Se dirigían al castillo moro. Podían percibir a la distancia los cánticos adorando a Alá. Burlando al guardia allí apostado, entraron. El lujo invadía el lugar. Alfombras damasquinas; sedas como cortinados. Sentado en su seudo trono, estaba Tarif. Se lo veía joven, apuesto, a pesar de su avanzada edad. El jefe del grupo ofreció contar secretos relevantes, y así logró ser recibido, para salvar una curiosidad milenaria. El misterio se derramó de su boca ; frenético. -Me he enterado que en su jardín hay una vertiente de aguas puras. Solicito me dé inmediatamente la posesión de las mismas. Sé que contienen algo divino: el elixir de la vida. Si se niega a hacerlo, nos llevará a conflictos sangrientos, se lo advierto. Con serenidad, mientras acariciaba su barbilla, y dejando a un costado la narguile, respondió con sabiduría: -Busca esas aguas y tómalas si las necesitas, pero no hurgues tan lejos, lo que deseas está dentro de ti, esperando... El forastero dio un respingo y se marchó desconcertado.
Noche de fiesta lunar (Galagata)
Tariq llegó a Toledo al mando de su tropa. Había ganado una vez más. Atrás quedaron su pueblo, su vida. El palacio era suyo, Rodrigo Rey estaba muerto. Tres doncellas se ocuparon de su descanso. Se durmió invocando a Mahoma. El crepúsculo anunciaba una bella noche. Los jazmines y las rosas en franca competencia con el perfume del anís servido por una de las esclavas, prestaban al ambiente un aire de fiesta lunar. Tariq se asomó a una de las ventanas de su aposento, la claridad de la noche era perfecta, las estrellas la acentuaban. Fátima se acercó con un platillo de frescos pepinos cortados, aceitunas negras aromáticas, todo bañado con una fina capa de cuajada. Dejó la comida sobre una mesa y dio la vuelta para marcharse. Tariq la llamó por su nombre. Fátima se volvió. Hermosa, su cabellera negra caía desde sus hombros hasta la cintura. Entonces supo por el ardor de esa mirada mora, que ya tenía dueño. Lo envolvió con sus brazos de mujer y le regaló su cuerpo de niña.
Alquimia de la soledad (cortazariana)
Hassan habitaba una humilde vivienda, a orillas del Guadalquivir. Una alfombra, un par de cazos y un catre, bastaban para sobrevivir. Lo que realmente necesitaba para su existencia como súbdito de Alá, estaba en su pequeño taller. Allí era donde su vida se iluminaba, rodeado de papeles amarillentos, pesados libros, astrolabios herrumbrosos y poesías románticas. Para saciar su sed de conocimiento, mañana tarde y noche se sumergía en complicados estudios, prestidigitando sustancias, números y elementos, en una alquimia explosiva del saber. Enseñar era su pasión y transmitir el conocimiento, su obligación. No hay ciencia que valga la pena entender si no se transfieren sus principios, le decía a su querido alumno Miguel. Compartir un té con él era un obsequio, el momento esperado cada día. Aquella tarde gris, Miguel no apareció. Castigado por tomar clases a escondidas con un musulmán, ahora trabajaba en el campo. Hassan esperó varios días, pacientemente. Guardó sus utensilios con prolijidad y tomó un último té. Al alba, incendió su taller. Sin enseñanza, no hay aprendizaje... sin aprendizaje, no hay júbilo. Sin alumnos, el profesor agoniza.