Reseña: Arde corazón, de Jean-Marie Le Clézio
"Ser de aquí y de allá, pertenecer a varias historias", escribe Jean- Marie Gustave Le Clézio (Niza, 1940) en su extensa novela Revoluciones (2003). La frase podría perfectamente aplicarse a los siete escritos que componen Arde corazón y otros relatos, libro que en francés se publicó en 2000, y tiene escenarios tan diversos como México, Polinesia, Estados Unidos o la isla Mauricio.
Los recorridos que traza Le Clézio arman un mapa de personajes en diversas latitudes. En todos ellos la desolación es una constante. Historias variadas que marcan la extranjería, con una permanente mirada de añoranza que tiñe las escenas. En clave de ficción, el volumen continúa la línea estilística y temática en la que el autor se embarcó a fines de los años setenta, donde evoca la infancia y los viajes.
El cuento que da título al libro, casi una nouvelle por su extensión, es la historia de Clémence, una jueza francesa que rememora su niñez en Jacona, México, junto a su pequeña hermana Malva. Le Clézio retoma el escenario mexicano de Michoacán, explorado ya en Urania. Aquí, la protagonista recuerda "la calle de los tulipanes", un pasado idílico donde niños huérfanos y ricos jugaban juntos. Las chicas se mudan, siguiendo los amores y desamores de su madre. En el camino, crecen y se distancian. Malva termina en un refugio, con un bebé, sin hablar con su hermana, luego de que su novio la intercambiara por drogas.
Es la historia de Clémence, de Malva, de su madre Hélene, pero también de Ouarda, una joven prostituta marsellesa que se cuela en el recuerdo de la jueza. Este es el tema central que atraviesa el libro: lo extranjero, el desamparo, la injusticia. Como en "Kalima", donde se narra en segunda persona y de forma poética la muerte de una joven africana inmigrante en Francia.
Clémence busca en Arde corazón a su hermana y, también, una explicación de su distancia. Por eso, decide regresar a México con su marido, pero allí ya no encuentra a los niños en las calles, ni a sus conocidos. Solo un viejo vecino que le dice que todos se han ido. El sentimiento de añoranza se hace explícito. "Cada vez que Clémence contempla la foto puede sentir el calor de la calle, el sol del mediodía que quema la tierra polvorienta".
Ese halo de nostalgia está presente en todo el libro: en "Hotel de la soledad" una mujer moribunda evoca su juventud mientras espera la muerte en un cuarto de hotel, atravesada por recuerdos de sus lecturas. En "Tesoro" un muchacho añora las costumbres de los beduinos y la pérdida de los antiguos valores es la causa de la desdicha actual de su pueblo.
Por otro lado, la mirada sobre la infancia se repite en "Viento del sur". Narrado en primera persona, es la historia de un hijo con su padre a orillas del mar de Punaauia, Tahití. El padre es un médico europeo que atiende a Maramu, mujer a quien su hijo admira y desea.
Es imposible no leer aquí –como en otros libros del Premio Nobel de Literatura 2008– algunos trazos de su propia saga familiar. Jean-Marie Gustave Le Clézio nació en Niza, Francia, en 1940. Cuando tenía ocho años, se trasladó un tiempo con su madre y hermano a Nigeria, donde su padre servía como cirujano en las Fuerzas Armadas Británicas. Este viaje le inspirará para escribir Onitsha y El africano, donde retoma la experiencia paterna en un escrito muy personal, en clave autobiográfica.
Le Clézio publicó unos cincuenta libros, entre narrativa y ensayo. La variedad de Arde corazón y otros relatos posee un rasgo común: están todos protagonizados por mujeres. Son ellas las que generan la acción, ya sea como personajes activos o como motivación para el narrador, de estas historias aparentemente comunes que sirven de trampolín para relatar la violencia, el abandono y los márgenes.
ARDE CORAZÓN
Por Jean-Marie Gustave Le Clézio
Adriana Hidalgo. Trad.: M. García. 160 páginas. $ 340