Reseñas: Jeidi, de Isabel M. Bustos
Casi parece un libro infantil. El arte de tapa y el título pueden engañar a más de un lector. Sin embargo, nada más lejos de la historia que desarrolla Isabel Margarita Bustos (Chile, 1977) en Jeidi. Si bien la protagonista es una niña, Ángela, a la que todos llaman "Jeidi" porque vive sola con su abuelo en la punta del cerro, la novela tiende a lo perturbador. Se sitúa en un pueblo llamado Villa Prat, en el interior de Chile, en la década de 1980. Hay referencias a ciertos consumos como el programa de televisión Sábados Gigantes, Terminator y Cecilia Bolocco. Es la época de Pinochet, pero de la dictadura no se habla en la novela.
En ese pueblo perdido, inexistente para el resto del país, que no tiene ni un médico, ni aparece en las guías, cuyo epicentro es la Iglesia y donde todos son muy devotos, sucede un milagro. Jeidi, con 11 años, queda embarazada. Y es virgen. Lo insólito del caso sacude su pequeña vida y la vuelve una santa. Pero más aún se altera la quietud de Villa Prat, que empieza a cobrar relevancia en los medios, llegan turistas buscando sanación y hasta envían un párroco irlandés para dilucidar la cuestión.
La escritura de Bustos, que estudió letras y estética, y tuvo un temprano blog ("La muy perra"), no cae en ruralismos, ni maniqueísmos. Caracteriza a los personajes, su habla y sus costumbres, con pocos rasgos y pluma sólida. "Santiago –se lee en esta primera novela, con nostalgia por esa vida detenida en el tiempo– está empezando a crecer vertiginosamente mientras que Villa Prat se hace cada día más pequeño, los jóvenes se vuelven a la capital o a la ciudad más cercana y rara vez vuelven".
Jeidi, Isabel M. Bustos, Blatt&Ríos. 192 páginas, $ 380