Romance del genio y el talentoso
Hace mucho que la escritora y periodista italiana Lorenza Foschini, autora de El abrigo de Proust, quería tener una carta manuscrita del novelista de En busca del tiempo perdido. Pero no lo lograba porque en las subastas cualquier papel firmado por Proust alcanzaba valores muy altos, hasta que habló con un amigo vinculado con Sotheby’s de París. Le dijo que, si en algún momento, aparecía alguna carta que no se cotizara demasiado, se la comprara. El milagro se dio. El amigo consiguió comprarle una carta de Proust al músico Reynaldo Hahn. Ambos habían sido amantes dos años, entre 1894 y 1896. y después íntimos amigos hasta la muerte del escritor en 1922. En 1894, Proust tenía 23 años y Hahn, 20.
La carta le dio a Foschini el ímpetu para componer un ensayo biográfico de la relación entre Marcel y Reynaldo. Como documentación tenía repisas de bibliografía especializada; entre esos volúmenes estaban no solo las biografías de George Painter, de Jean-Yves Tadié, sino también la correspondencia publicada entre el novelista y el músico. A esos materiales, sumó varias cartas inéditas conservadas en colecciones privadas que le revelaron detalles no conocidos. El resultado acaba de publicarse en Italia, en la editorial Mondadori: Il vento attraversa le nostre anime ("El viento atraviesa nuestras almas").
Reynaldo Hahn era un músico nacido en Venezuela en 1874. Su padre, Carlos Hahn, era un alemán de origen judío, muy rico, que había acrecentado su fortuna en América Latina. Su madre, Elena María de Echenagucia, era de familia vasca. Reynaldo era el menor de once hermanos. Cuando tenía tres años, los Hahn volvieron a Europa porque la situación política y económica de Venezuela se había complicado. Se establecieron en París. Reynaldo resultó ser un niño prodigio, un virtuoso del piano y del canto. A los seis años debutó en el salón de la princesa Mathilde Bonaparte; y a los ocho, empezó a componer sus propias canciones, que cantaba él mismo, acompañándose al piano.
Cuando Marcel y Reynaldo se conocieron en el salón de Madeleine Lemaire, Proust era un desconocido, un muchacho extraordinariamente inteligente, culto, de una cortesía exquisita, que deseaba ser escritor, pero estaba a la deriva. En cambio, a los 19 años, Reynaldo era famoso en el Tout-Paris y ganaba mucho dinero con sus recitales. Las tiránicas y remilgadas anfitrionas de los grandes salones y tertulias se lo disputaban. Dice Foschini que Reynaldo era todo lo que Proust, en 1894, habría deseado ser: un artista seguro de su vocación y de su capacidad creativa, famoso, rico, políglota y viajero. Además, Hahn tenía un olfato infalible para detectar los valores de la persona que tenía delante. Desde el primer momento, se dio cuenta de que Proust era un genio, que simplemente necesitaba tiempo para desarrollarse. De sí mismo, Hahn pensaba que tenía talento, pero no genio.
Las vidas de Marcel y de Reynaldo tuvieron trayectorias inversas. El músico era una celebridad en la adolescencia y alcanzaría un gran reconocimiento oficial, condecoraciones, títulos y cargos hasta su muerte, en 1947. Sus óperas, operetas, ballets y canciones tenían un éxito enorme. Pero después de la Segunda Guerra Mundial, sus obras habían quedado ligadas a la Belle Époque y al mundo decadente. Seguía teniendo un gran prestigio, pero pertenecía al pasado. En cambio, Proust alcanzaría no sólo la fama, sino la gloria hacia el fin de su vida. En 1922, era ya una leyenda viviente (o más bien agonizante). A diferencia de Reynaldo, Marcel comprendió lo que era la modernidad y no perdió ese tren, sino que fue una de sus locomotoras.
Los celos enfermizos de Proust fueron la causa de que el amor entre él y Reynaldo se terminara. Los dos supieron disolver ese vínculo con extrema delicadeza y lo trasmutaron en una profunda amistad.
Recomendación: escuchar La barchetta y L’Heure exquise, cantadas por Gérard Souzay. En YouTube también hay grabaciones de Hahn interpretando algunas de sus canciones.