Salir de una inflación que hace estragos
En su camino intervencionista, el Gobierno sigue apretando la cincha. Y los resultados de esta política económica no aparecen. Las anclas cambiaria, salarial y tarifaria no logran aplanar la tasa de inflación, que hace estragos en la capacidad adquisitiva de los argentinos e incrementa la pobreza, prácticamente, a niveles nunca vistos.
El primer trimestre muestra una inflación del 13% y la suba de precios interanual es de 42,6%. Se evidencia la inercia de la expansión monetaria del año pasado y las expectativas negativas al respecto. En 2020, la asistencia monetaria del Banco Central (BCRA) fue la principal fuente de financiamiento para cubrir el elevadísimo déficit fiscal primario, equivalente al 6,5% del PBI.
Hoy, es casi una obviedad: la tasa de inflación para este año no bajará de 50%. La luz de alarma está encendida para este año y los argentinos sufrimos la debilidad de nuestra moneda. Ya no hay esperanza de mejora para 2021.
Frente al fracaso de la política económica aparecen las “culpas”, como las atribuidas a la carne. Así, se retoma el discurso morenista, que se llena la boca con expresiones tales como “desacople de precios”, “mesa de los argentinos” y “por qué quieren cobrar en dólares lo que producen en pesos”.
Oportunismo puro. La reciente resolución del Ministerio de Agricultura impone requisitos que deben cumplir los operadores inscriptos en el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroindustrial (RUCA) que pretendan exportar granos, carne o leche. El ingenio de los burócratas no tiene límites para pretender frenar la inflación con artilugios cuyos efectos provocan siempre una menor inversión y, consecuentemente, una baja en la producción.
La soberbia del funcionario de escritorio, que cree saber más que el mercado, es la característica del momento. Uno podrá subir al podio, pero eso no significa que sea el ganador.
Veamos con mayor detenimiento la “culpa” de la carne en el aumento de la tasa de inflación. Para entender el problema es necesario distinguir entre el alza de precios de una sola vez y el aumento sostenido del nivel general de precios.
La inflación es un fenómeno monetario. Para poder gastar más allá de las posibilidades. A la larga no se trata de un problema de costos ni de demanda. La raíz de la inflación reside en la cantidad de dinero. Sin embargo, un salto inflacionario puede no estar ligado a la expansión de dinero y, por el contrario, puede resultar del aumento del precio de un servicio o producto, como es el caso de la carne. Porque no necesariamente la inflación, en el muy corto plazo, resulta de la expansión de dinero, sino del aumento de precio de un producto.
Ahora bien: una cosa es un salto en un momento dado, y otra es el incremento sostenido de todos los precios durante un plazo largo.
Este último caso solo puede estar originado en un aumento en la cantidad de dinero. Este aumento general de precios resulta, a su vez, determinado por el nivel de confianza y de expectativas, que incide en la demanda de dinero y, por tanto, en la velocidad con que este circula en la economía. Si el dinero circula más velozmente, el efecto es parecido al de un aumento en la cantidad de dinero. De allí, la importancia de la confianza.
Esta es la inflación de nuestro país. La forma de salir de este cuadro inflacionario no está en los parches, las regulaciones y los controles. Es decir, la fácil.
La forma está en dirigir el esfuerzo hacia el gasto público. Como decía Juan Bautista Alberdi: “Copiar la civilización del gasto es fácil y agradable, a medida que el gasto es más dispendioso y elegante. Copiar la civilización del trabajo, ni es agradable, ni es dado a todos”.
Economista