Salto sin red
Kuala Lumpur, Malasia.- Un minuto en su pellejo. O dos, o tres. Un minuto de esa reverendísima locura, los brazos extendidos, las piernas apenas plegadas, el hombre-pájaro lanzado al abismo, al aire, al vértigo del vacío desmedido, el cielo. Trescientos metros de altura. Desde allí se lanzó el protagonista de esta foto, desde la Torre Kuala Lumpur y su altura desmedida, soberana en una ciudad pródiga en excesos. Una vez al año, los fanáticos del salto base se dan cita aquí, munidos de paracaídas y cascos y hambre de alas; listos para tomarle el tiempo a la adrenalina, dispuestos -porque de eso también se trata- a tirar al máximo de la cuerda que tensa ese equilibrio frágil, la vida y la muerte. Un minuto sintiendo todo el alud de viento que arrebata al hombre del penacho rojo. Amigo lejano de Ícaro; uno más despuntando el viejo vicio de tentar al destino, un poco más.