Actividad religiosa. ¿Se podrá hacer algo diferente?
Los obispos argentinos que antes de las elecciones definieron el papel de la jerarquía católica ante la crisis y ofrecieron la Iglesia como ámbito para el diálogo se verán una vez más interpelados por la grave y crucial situación del país.
Aunque el temario está por resolverse, el plenario que el lunes próximo se iniciará en San Miguel de ninguna manera podrá soslayar el análisis de la convulsionada realidad de estos días ni dejar de recoger la opinión de diversos sectores que creen que la jerarquía religiosa puede influir en la búsqueda de acuerdos mínimos para superar la crisis.
Después de haber participado en Roma del Sínodo de Obispos, los miembros de la comisión ejecutiva -Estanislao Karlic, Jorge Bergoglio y Eduardo Mirás- prepararán mañana la agenda del plenario, cuyo desarrollo y eventuales gestos o pronunciamientos se definirán, sin embargo, cuando el centenar de obispos de todo el país intercambie información y confronte opiniones.
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Parece criterio generalizado entre los obispos que ya todo fue dicho para denunciar la raíz moral de la crisis argentina y reclamar a toda la dirigencia y a la sociedad entera la asunción de responsabilidades.
"Creemos que no es tiempo de evasiones, ni voluntarismos ni fatalismos. Nuestra crisis es también nuestra. Todos en distinto grado somos responsables de lo que nos pasa", dijeron un año atrás. Y ahondaron esa huella en sucesivos y dramáticos llamamientos porque "queremos ser Nación", como se dice en la oración por la Patria que se reza en templos y hogares, y porque la Patria requiere algo inédito. Convencidos de preservar su autonomía de todo poder, reacios a intervenciones que, creen, son propias de la mediación política, los obispos deberán elegir las palabras y los gestos que mejor concreten su rol de promotores de diálogo y gestores de reconciliación. El testimonio de quienes participaron del Sínodo los auxiliará en esa búsqueda. En las sesiones que presidió el Papa, como en el mensaje final, se recordó que el obispo debe ser un artífice de la unidad y no debe dudar, cuando es necesario, en hacerse portavoz de los que no tienen voz, para que sus derechos sean reconocidos y respetados.
Alguno de aquellos textos episcopales terminan de ser recogidos por el obispo de San Isidro y presidente de Caritas, monseñor Jorge Casaretto, en una carta pastoral que tituló "Una mirada a la realidad argentina", primera de una serie que dedicará a la situación del país. Una situación grave no sólo para el presente, sino que constituye una hipoteca social altísima y que muestra que el problema argentino no es únicamente económico ni político, dice Casaretto. "Es mucho más hondo, es ante todo moral... porque se ha desintegrado la escala de valores y se han perdido ideales trascendentes, capaces de impulsarnos a grandes opciones y sacrificios por el bien común."
Franca, transparente como su autor, la carta pastoral está escrita para suscitar el diálogo; invita a ser leída y discutida en grupos y retoma el tema de la exclusión social. Las diferencias sociales, económicas y culturales son cada vez mayores; hay un pequeño grupo de ricos cada vez más ricos y una mayoría pobre cada vez más pobre, a la que se va sumando la alicaída ex clase media argentina, dice Casaretto.
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