Segundo round
¿Volverá el ser humano a la Luna? Como si fuera el título de un folletín por entregas, esta pregunta les hace titilar los ojos a científicos, empresarios y, por supuesto, a los amantes de la exploración espacial. Pero a pesar de la fiesta de euforia vintage que nos envuelve en estos días por el cincuentenario del primer alunizaje y de los planes dados a conocer por un puñado de agencias gubernamentales, hasta los más entusiastas arquean las cejas.
Incluso teniendo en cuenta los fabulosos avances tecnológicos del último medio siglo, llevar humanos a nuestro satélite natural plantea desafíos formidables.
Hace dos años, ya Donald Trump había anunciado que los Estados Unidos retomarían los viajes a nuestra misteriosa vecina cósmica. La mira estaba puesta en 2028, pero no hace mucho, tal vez pensando en una eventual segunda presidencia, subió la apuesta y le impuso a la NASA un plazo perentorio: habrá que resolver todas las dificultades antes de 2024.
Así, en los próximos cinco años, un nuevo programa lunar de la NASA, bautizado "Artemisa" (como la hermana melliza de Apolo, deidad griega de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen y los nacimientos), contempla el desarrollo de un sistema de lanzamiento (el Space Launch System o SLS), de una cápsula (Orión, con capacidad para seis astronautas), una plataforma similar a la Estación Espacial Internacional, pero que se colocará en órbita lunar, Gateway (literalmente, "Puerta de acceso", que servirá como base para las misiones tripuladas a la Luna y, más adelante, a Marte), y un módulo de descenso o lander. Artemisa también se anuncia como la primera misión que incluirá a una mujer en su tripulación.
En principio, el descenso se haría en el polo sur del satélite, donde se estima que hay agua congelada para abastecer tanto a una futura base lunar como para la producción de combustible para un viaje al planeta rojo. Pero lo cierto es que varios de los capítulos de esta nueva aventura están retrasados.
El cohete, que construye la compañía Boeing, debería haber realizado su vuelo inaugural el año pasado. Fue retrasado para 2020, pero ya se anunció que tampoco podrían cumplir con ese plazo.
Gateway es un emprendimiento conjunto de las agencias espaciales europea (ESA), rusa (Roscosmos), japonesa (JAXA) y canadiense (CSA) y debería comenzar a ensamblarse en 2022, pero su desarrollo también es incierto. Por otro lado, la NASA no fabrica landers desde 1972, cuando finalizó el programa Apollo. Hay compañías comerciales como Blue Origin, del billonario Jeff Bezos, fundador de Amazon, y Lockheed Martin, que avanzaron sobre posibles diseños, pero ninguno fue construido ni probado hasta ahora.
Y, por el momento, tampoco el Congreso norteamericano aseguró que le asignará el presupuesto necesario; una cifra que, según quien la calcule, podría ascender a 20.000, 30.000 o hasta 100.000 millones de dólares.
Pero, por otro lado, se estima que China (que ya logró hacer descender una sonda robótica en el lado oscuro de la Luna) estará en condiciones de llevar a seres humanos hasta la superficie selenita en la década de 2030 y planea establecer una base permanente. La India impulsa uno de los programas espaciales más activos del mundo y está a punto de lanzar su segunda misión de exploración lunar. Y los países europeos, Rusia, Canadá, Japón, Israel y hasta las naciones árabes tienen sus propios planes para avanzar sobre el satélite.
Todas las miradas parecen haberse vuelto hacia la Luna, que sigue siendo un "cofre del tesoro" por los enigmas que podría ayudar a contestar. Y si la gloria o el rédito científico no alcanzan, tal vez la promesa de un buen negocio (como la minería o el turismo espaciales) nos lleven de nuevo a surcar el espacio en busca de nuevos horizontes.