Política nacional. Segundos afuera
Sin necesidad de pelear, Carlos Menem se adjudicó días atrás el cinturón de campeón del Consejo Mundial de Boxeo (CMB). Durante la extraña ceremonia, el Presidente relató anécdotas desconocidas de su infancia, como cuando en su La Rioja natal se ofreció a boxear con un oso en un circo para entrar gratis a la función. Tiempos duros, sin duda. Los grandes retos, sin embargo, le vendrán desde ahora hasta 1999, año en el que se le presentarán dos alternativas:
- La primera es un retiro digno del ring, como el de Carlos Monzón, quien se despidió del boxeo como campeón, aun cuando debió soportar algunos sofocones durante su última defensa, ante el colombiano Rocky Valdez.
- La segunda posibilidad es que intente forzar un tercer mandato consecutivo, no previsto hoy en la Constitución Nacional. El riesgo es que salga tan maltrecho como Cassius Clay cuando, sin los reflejos de sus mejores épocas, quiso volver a los 38 años y dio un lastimoso espectáculo ante el grandote Larry Holmes, que lo venció por knock out técnico y puso fin a su larga carrera.
Las circunstancias actuales parecen aconsejar la primera alternativa. Pero para retirarse invicto, el flamante campeón de la humildad -tal el título que le dio el presidente del CMB a Menem- deberá sortear con éxito varios combates estelares:
- La pelea por la flexibilización laboral en el Congreso. Curiosamente, el challenger, hábil y experimentado, no está en la UCR o en el Frepaso, sino en los propios bloques del oficialismo. Se trata de un buen número de legisladores no dispuestos a arrear viejas banderas peronistas y de otros que, bajo el influjo de Eduardo Duhalde, con la agenda de 1999 en la cabeza, temen que la sanción del paquete laboral pueda hacerle perder votos a su candidato.
Los impulsores de los proyectos apuestan a un golpe que podría hacerles tirar la toalla a los adalides de la resistencia. La iniciativa para modificar el actual régimen de indemnización por despido por un sistema de capitalización sólo regirá para los nuevos contratos y no será retroactivo. Esto podría provocar que muchos empleadores se abstengan de tomar a nuevos trabajadores por tiempo indeterminado hasta que no se sancione la ley. De esa manera, los legisladores del PJ podrían verse presionados a comenzar el tratamiento del tema, aunque en la Comisión de Legislación del Trabajo, dominada por diputados de extracción sindical, no hay el menor apuro.
- Otra pelea de fondo se realizará con motivo de las elecciones legislativas de 1997. El desafío de Menem será evitar una derrota como la que en 1987 puso al borde del knock out a Raúl Alfonsín.
- La siguiente pelea para Menem consistirá en evitar que las miradas de todos se desplacen desde la Casa Rosada hacia La Plata o Tucumán, en función de la teoría del pato rengo ("lame duck"), es decir, el síndrome propio de todos los presidentes que atraviesan sus últimos meses sin posibilidad de ser reelegidos.
La lucha en el oficialismo
Ultimamente, puede hablarse de otras dos duras peleas que deberá librar Menem.
- La primera de ellas, para evitar que la lucha por el poder dentro del partido gobernante degenere en una crisis institucional.
- La otra, para impedir que la ola de denuncias sobre corrupción, incluyendo las que haga Domingo Cavallo y las eventuales ramificaciones de las causas vinculadas con el narcotráfico, pueda hacer mella en su gobierno y desatar una sangría que lo deje, de un día para otro, sin algunos de sus colaboradores. El pánico aún no llegó al Gobierno, porque existe la sensación de que la táctica de Cavallo es golpear para negociar.
Recientemente, el Presidente ejerció presión sobre Ramón Ortega para que desista de la idea de abandonar el PJ y de aliarse con Cavallo.
El ex gobernador tucumano acató el pedido y fue claro: dijo que sólo vislumbra un acuerdo con el ex ministro de Economía si éste se afilia al PJ y que el mismo criterio aplicará con Gustavo Beliz y con José Octavio Bordón.
Sin embargo, Ortega, lejos de cerrar todas las puertas, sigue admitiendo que con Cavallo lo une una amistad y contrarió a Menem cuando el Presidente ubicó al ex jefe del Palacio de Hacienda en la oposición.
Tal vez el gran negocio de Menem con vistas a 1999 sea abandonar las luces del ring y convertirse en una suerte de top manager al estilo de Don King, que mueve los hilos del show, arregla los combates y se lleva gran parte del rédito. La alternativa de Menem es oficiar de árbitro entre los dos máximos aspirantes al título -Duhalde y Ortega- y garantizar la unidad del justicialismo convenciendo al primero de que acepte dirimir el liderazgo en internas abiertas, tal como exige el autor de La felicidad. De lo contrario, el futuro del PJ seguirá en tinieblas.
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