Las palabras. Sí, querida
A Jorge Capitanich lo trajeron del Chaco como el gran constructor de consensos, pero lo confinaron a la inspección de los zócalos del kirchnerismo duro. Se lo pintaba como un Superman con vuelo propio para frenar los golpes sucesorios de los huérfanos políticos cristinistas, pero no tardaron en transformarlo en el Tarzán de las macetas donde el Gobierno germina sus decisiones. Héroe sin espada, Capitanich volvió a quedar desnudo . Desdecirlo resulta un hobby para sus propios subalternos. Hay varios que ya lo llaman "el nuevo Scioli". Habrá que ver si Capitanich tiene la paciencia oriental con la que el gobernador bonaerense digiere cada desautorización y si está dispuesto a recorrer lo que queda hasta 2015 enmendando diariamente sus dichos.
Parece que hubieran pasado años desde su asunción como jefe de Gabinete, pero fue hace apenas 53 días en los que acumuló demasiados traspiés: dijo que la revuelta policial y los saqueos en Córdoba tenían alcance netamente provincial, escamoteó el envío de la Gendarmería y rápidamente el conflicto se extendió a las dos terceras partes del país; habló de cortes programados de energía eléctrica hasta que De Vido lo obligó a admitir que se había equivocado y, tras un contradictorio ida y vuelta con Echegaray, anunció el envío al Congreso de un proyecto para subir el impuesto a los bienes personales. Fue entonces cuando otro subordinado suyo, Kicillof, lo mandó a callar de la peor manera: dijo que tanto él como la Presidenta descartan de plano semejante barbaridad.
Hubo otros que se le atrevieron a este contador de verba soporífera. Hace un año, durante un viaje que realizó a Mar del Plata mientras era gobernador del Chaco, Juan Carlos Bacileff Ivanoff, su segundo en la provincia, le puso al ministro de Educación de patitas en la calle.
Pero, sin dudas, el más escandaloso percance de su carrera política lo tuvo con quien fue su esposa, Sandra Mendoza. Capitanich la echó del puesto de ministra de Salud provincial tras verla forcejear en una plaza chaqueña en apoyo de piqueteros que él mismo había ordenado desalojar, y después de que estrellara su auto contra otros vehículos rompiendo una pared del garaje de la gobernación.
Fue la última bravuconada de Capitanich para con una mujer. Cristina no es Sandra, por más que lo humille. A la Presidenta, sólo subordinación y "sí, querida".
- "No tengo más comentarios para hacer; los comentarios del ministro Kicillof, por instrucción de la Presidenta, son definitivos."
(De Jorge Capitanich.)