Sin plan B, entre el neodesarrollismo y el liberalismo
Las semanas se cuentan en siglos para el Gobierno. Son interminables para los funcionarios que están al frente de la gestión cuando las turbulencias cambiarias trastocan los planes y el presidente Mauricio Macri parece quedar atrapado entre sus deseos y la dura realidad, una ambivalencia que muchas veces termina por retroalimentar la incertidumbre.
El Gobierno había tenido la semana pasada los primeros días de calma en dos meses. Eso auspició en el gabinete cierta sensación de prueba superada. En este contexto de ligero optimismo resurgió la versión neodesarrollista que Macri dice incubar. "Nuestra ideología es resolver, el hacer, construir cosas concretas alrededor de las ideas del progreso que todos tenemos. Lo nuestro es desarrollismo moderno del siglo XXI", dijo después de ser electo presidente en un intento por dar una referencia ideológica de lo que aspiraba para su administración. Días más tarde, en su discurso de asunción presidencial, Macri solo incluyó una cita textual: una frase de Arturo Frondizi en la que marcaba que "por su magnitud, el desafío que nos aguarda no es cosa de una persona ni de un grupo de personas; es tarea de todo el pueblo argentino". Una rareza; no hay muchas referencias positivas de líderes locales en el discurso presidencial.
Embebido en este espíritu, al principio de la semana Macri bajó una indicación firme en una reunión reservada: no habrá recortes en la obra pública. Había sido la primera promesa de ajuste de Nicolás Dujovne cuando ni siquiera había acuerdo con el FMI, en una conferencia en la que habló de una poda de 30.000 millones de dólares. La influencia creciente de Rogelio Frigerio, nieto del mentor del desarrollismo local, pareció hacer reverdecer en Macri sus certezas de ingeniero. "Nunca te olvides de que para él gobernar es hacer puentes. Tiene la mirada práctica de su profesión", resumió un funcionario que lo conoce de cerca.
A media semana el ministro del Interior se hizo invitar a una reunión con pronóstico crítico acordado entre el líder de la Uocra, Gerardo Martínez, y el presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, Gustavo Weiss. Allí prometió que no se pararían las obras y que se pondría al día con atrasos en los pagos, una demora que por lo bajo le atribuye a Dujovne.
Macri pareció convencerse de que la obra pública es uno de los pocos activos que tiene para exhibir y que reprimirla hubiese implicado una claudicación extrema. Además, hay una razón práctica: la Casa Rosada evalúa desplegar sobre la mesa de negociación con los gobernadores el compromiso de continuidad de los trabajos ya presupuestados a cambio de la promesa de compartir los costos del ajuste.
En esa línea también se inscribe la propuesta que impulsan varios gobernadores, y que expuso el chaqueño Domingo Peppo, de gestionar la prórroga de un año en la baja del impuesto a los ingresos brutos, con el argumento de que las provincias no pueden comprometerse al mismo tiempo a recortar gastos y a ceder ingresos. El oficialismo dio tibias señales de que podría ser un tema de discusión. En el fondo subyace la admisión de que no tienen muchos incentivos para ofrecerles a los caciques peronistas a cambio del recorte.
En la misma línea, y a partir de la insistencia de Elisa Carrió y de los radicales alineados con la visión productivista y exportadora del economista Pablo Gerchunoff, Macri le regaló a Dante Sica una primera función amigable ante las pymes, cuando al exponer en la CAME esta semana habilitó el anuncio de una serie de incentivos para las pequeñas y medianas empresas. Créditos, prórrogas impositivas y estímulo al consumo con los planes Ahora 3, 6, 12 y 18. Otro aporte al Acuerdo Nacional para el Desarrollo con efecto incierto. Una agenda similar abordaron anteayer con el flamante ministro de Producción María Eugenia Vidal y Carolina Stanley, la dupla más social que puede exhibir Cambiemos. La gobernadora bonaerense y Horacio Rodríguez Larreta están preocupados por el impacto del bajón en la actividad económica que ya perciben en sus distritos y buscan generar acciones proactivas. Nicky Caputo, retornado al círculo áulico, acercó recomendaciones similares en una reunión que compartió con Macri y con Jaime Durán Barba, curiosamente sin Marcos Peña.
Por su parte, el ministro de Energía, Javier Iguacel, habló con su silencio. Dejó entrever que analiza ciertas flexibilizaciones en dos temas cruciales: una reprogramación de los aumentos de tarifas de los servicios y de las subas de combustibles. En el entorno de Macri admitieron que le encargaron al funcionario explorar una diagonal para amortiguar el impacto social de los incrementos, pero aclararon que no hay voluntad de romper los compromisos asumidos con las empresas.
Obra pública, incentivos a las pymes y al consumo, gradualidad en los aumentos de tarifas, todo forma parte de un ingente esfuerzo oficial por recrear un relato alternativo que compense la retórica del ajuste, el recorte del déficit fiscal y los controles del FMI. Neodesarrollismo versus liberalismo. Un viejo dilema conceptual de Macri.
Pero esta apelación casi desesperada por mantener vigente la expectativa de recuperación en un momento en el que el propio gobierno habla de un segundo y un tercer trimestre "muy difíciles" tropezó con los fantasmas de siempre. Dólar volando, riesgo país en alza, bonos temblando, mercados desconfiados. La larga semana del Gobierno terminó muy distinto a como se inició. Con Luis Caputo pidiéndole a Frigerio que colectara apoyos entre los gobernadores en favor de la reducción del bache fiscal para dar una señal a los mercados alterados, y con Macri en Entre Ríos prometiendo "achicar el problema del déficit".
Las diferencias internas también se hicieron sentir. Las crisis no generan nunca un buen clima.Dujovne, que había visto con extrema preocupación el revival desarrollista, encontró otra vez como aliado a la dura realidad económica. Las hipótesis del Cambiemos keynesiano no resultan plausibles para el ministro. "Uno tres, no nos podemos mover del uno tres", repiten como un estribillo los hombres de Hacienda, en referencia al compromiso de reducción del déficit fiscal para 2019 ante el Fondo. En la mesa del ministro hay un set de tijeras, empezando por las que piensa usar para las transferencias no automáticas a las provincias y para los subsidios de los servicios de la provincia de Buenos Aires y Capital Federal. Por algo el acuerdo con el FMI incluye en varios apartados referencias a eventuales situaciones de excepcionalidad que habilitarían medidas adicionales de racionalización del gasto.
Los mercados no dan señales de racionalidad, pese a las medidas que adoptó el Gobierno y a los gestos de apoyo internacional. Están explotando la vulnerabilidad de la Argentina con demandas no escritas que expondrían al país a una situación crítica. Pero también está claro que de la cúspide del poder político emanan señales contradictorias.
Ante esta situación hay dos conclusiones que anidan en la propia Casa Rosada. "No es el mismo escenario de hace veinte días", dice, por un lado, un funcionario muy cercano a Macri. Hace referencia a que objetivamente la situación del Gobierno parecería más sólida con los dólares del FMI, el estatus de país emergente y los cambios en el equipo económico. Pero al mismo tiempo, como admite un influyente ministro, eso implica que "no hay plan B". Si las medidas aplicadas no dan el efecto esperado, no hay muchas alternativas del mismo calibre.